El empresario hostelero José Antonio Santamaría Vaqueriza fue asesinado el 19 de enero de 1993, por miembros del comando Donosti. ETA le acusó de tener relación con el contrabando de tabaco y narcotráfico en Gipuzkoa. Su nombre apareció en el “Informe Navajas”.
Al inicio de las fiestas patronales donostiarras, por la Tamborrada, José Antonio siempre cenaba en la sociedad gastronómica Gaztelupe, en pleno corazón del casco viejo de San Sebastián. El día de su asesinato, tres etarras — Valentín Lasarte, Juan Antonio Olarra Guridi y José María Iguerategui Gillisagasti — fueron a por él. Hacia las 23:30 horas, uno de los etarras le disparó por la espalda un tiro en la nuca y murió en el acto.
José Antonio, de 47 años, había nacido en el muelle pesquero de San Sebastián. Casado y con tres hijos, era muy conocido en Gipuzkoa. Había sido futbolista profesional en los equipos Real Unión de Irun, Real Sociedad y Hércules de Alicante. Regentaba el bar Basque y anteriormente fue copropietario de la discoteca Ku. El empresario formaba parte de la Tamborrada del Club Atlético de San Sebastián. Su funeral, en la basílica de Santa María, no pudo acoger en su interior a las miles de personas que asistieron.
Los etarras Lasarte y Olarra fueron condenados a 28 años de cárcel. Además, debían indemnizar económicamente a los herederos del empresario. A Iguerategui no le juzgaron, al morir en 1994 tras explotarle una bomba que llevaba en una mochila.
Fernando Múgica Herzog, abogado y dirigente histórico del Partido Socialista, asistió legalmente a José Antonio ante las acusaciones relacionadas con el narcotráfico. Fue asesinado por ETA en 1996. Asimismo, otro empresario, José Manuel Olarte Urreizti, cuyo nombre apareció en el “Informe Navajas” fue asesinado por ETA en 1994.
Véase también Fernando Múgica Herzog y José Manuel Olarte Urreizti.
El funcionario de prisiones José Ramón Domínguez Burillo tenía 35 años, era natural de Burgos y estaba soltero. Licenciado en Psicología, trabajaba en la cárcel de Martutene desde 1985. Desde 1990 era educador y animador cultural en dicha cárcel. ETA le mató el 22 de enero de 1993.
Poco después de las 8:00 horas, José Ramón salió de su casa para ir al trabajo. Se encontraba en el barrio de Martutene cuando dos etarras le dispararon por la espalda dos tiros en cuello y cabeza. El funeral se celebró en la parroquia burgalesa de la Sagrada Familia. Unas 3.000 personas despidieron a José Ramón, que fue enterrado en el cementerio burgalés de San José.
Al día siguiente de su asesinato, se convocó un paro de cinco minutos en todos los centros penitenciarios de España, secundado masivamente por funcionarios y presos. En la cárcel de Martutene se unieron a la protesta varios etarras. El atentado fue interpretado como un ataque de ETA contra la reinserción de sus militantes encarcelados.
José María Iguerategui Gillisagasti y Juan Antonio Olarra Guridi fueron los asesinos de Juan Ramón. Olarra fue condenado a 28 años de reclusión y al pago de una indemnización económica. A Iguerategui no se le juzgó, ya que murió en 1994 tras explotarle una bomba que llevaba en una mochila.
Los agentes de la Guardia Civil Emilio Castillo López de la Franca y Victoriano Álvarez Álvarez regresaban del trabajo al cuartel de Intxaurrondo en coche. Eran más de las 14:00 horas, cuando al detenerse en un semáforo unos etarras les dispararon a corta distancia. Sucedió el 18 de marzo de 1993, en el cruce de la avenida Ategorrieta con el bulevar de Intxaurrondo. No tuvieron tiempo para defenderse. Emilio fue trasladado a la residencia Nuestra Señora de Aránzazu, donde ingresó cadáver. Victoriano sufrió heridas muy graves en abdomen y ambas piernas. Quedó incapacitado de forma permanente para su profesión.
Los miembros del comando “Basati”, Agustín Almaraz Larrañaga, José Ignacio Alonso Rubio y Sergio Polo Escobes fueron condenados. Además, debían pagar la correspondiente indemnización económica.
El 21 de junio de 1993, sobre las 8:15 horas, una furgoneta militar, ocupada por seis oficiales del Ejército y conducida por un funcionario civil, iba a la sede del Estado Mayor Conjunto y del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, en la calle Vitruvio de Madrid. Al paso del vehículo oficial por la calle Joaquín Costa con la glorieta López de Hoyos, un etarra activó un coche-bomba, que dio de llenó a la furgoneta. Mató a los siete hombres que viajaban dentro.
En el atentado murieron el teniente coronel del Ejército de Tierra Javier Baró Díaz de Figueroa, José Alberto Carretero Sogel, José Manuel Calvo Alonso, Fidel Dávila Garijo, Domingo Olivo Esparza, Pedro Robles López y Juan Romero Álvarez. Además, otros 40 ciudadanos fueron heridos gravemente.
El turismo en el que huyeron los terroristas tras perpetrar el atentado también era un coche-bomba. Una hora después explotó en la calle Serrano de Madrid, hiriendo gravemente a tres transeúntes.
Los etarras José Gabriel Zabala Erasun y Gonzalo Rodríguez Cordero fueron condenados a penas de 930 años de reclusión por los delitos de atentado. Además, debían indemnizar económicamente a los herederos de las víctimas de forma conjunta y solidaria y a los heridos en el atentado. Los líderes de ETA, Soledad Iparraguirre y sus compañeros Mikel Albizu Iriarte y Mikel Antza, fueron detenidos en Francia.
Javier Baró Díaz de Figueroa, de 46 años, era natural de Madrid, estaba casado y tenía un hijo y una hija. Perteneció a la 24 promoción de cadetes de la Academia General Militar de Zaragoza. Estaba destinado en la División de Operaciones del Estado Mayor Conjunto. Vivía en Alcalá de Henares (Madrid) y fue enterrado en el panteón de la Brigada Paracaidista del cementerio viejo de Alcalá de Henares.
Véase también José Alberto Carretero Sogel, José Manuel Calvo Alonso, Fidel Dávila Garijo, Domingo Olivo Esparza, Pedro Robles López y Juan Romero Álvarez..
José Manuel Calvo Alonso tenía 39 años cuando fue asesinado por ETA tras explotar un coche-bomba en la calle Joaquín Costa, muy cerca de la glorieta López de Hoyos, el 21 de junio de 1993, a las 8:15 horas, al paso de una furgoneta militar en la que viajaba junto a cinco oficiales más y un funcionario civil que la conducía.
La onda expansiva dio de llenó al vehículo oficial y mató a los siete ocupantes. Además, hirió gravemente a 40 transeúntes.
José Manuel Calvo Alonso era natural de Asturias y vivía en Alcalá de Henares (Madrid). Estaba casado y tenía tres hijos. Fue enterrado en el panteón de la Brigada Paracaidista del viejo camposanto de Alcalá de Henares, junto a los otros oficiales asesinados: Javier Baró Díaz de Figueroa, Juan Romero Álvarez, José Alberto Carretero Sogel y Fidel Dávila Garijo.
Relato completo del atentado en Javier Baró Díaz de Figueroa.
Véase también José Alberto Carretero Sogel, Fidel Dávila Garijo, Domingo Olivo Esparza, Pedro Robles López y Juan Romero Álvarez.
El 21 de junio, sobre las 8:15 horas, el teniente coronel José Alberto Carretero Sogel viajaba junto a otros cinco oficiales del Ejército en una furgoneta oficial conducida por un funcionario civil. Los siete ocupantes iban de camino a la sede del Estado Mayor de la Defensa y del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional. Cuando el vehículo oficial iba por la calle madrileña de Joaquín Costa, semiesquina con la glorieta López de Hoyos, un coche-bomba, activado a distancia por miembros de ETA, estalló a su paso. La onda expansiva dio de lleno al vehículo oficial y mató a los siete oficiales que viajaban en él. Además, fueron heridos 40 ciudadanos.
Carretero, de 43 años, era natural de Getafe (Madrid), estaba casado y tenía dos hijas. Tres días antes de morir recibió la Gran Cruz de San Hermenegildo por sus 25 años de servicio activo. Fue enterrado en el cementerio de Getafe.
Relato completo del atentado en Javier Baró Díaz de Figueroa.
Véase también José Manuel Calvo Alonso, Fidel Dávila Garijo, Domingo Olivo Esparza, Pedro Robles López y Juan Romero Álvarez.
Fidel Dávila Garijo tenía 46 años cuando fue asesinado por ETA. Los etarras José Gabriel Zabala Erasun y Gonzalo Rodríguez Cordero habían robado un coche en 1992 en San Sebastián, lo ocultaron, le cambiaron la matrícula y en junio de 1993 lo llevaron hasta Madrid cargado con un potente artefacto explosivo.
El día 21 de junio, a las 8:15 horas, activaron el coche-bomba al paso de una furgoneta militar por la calle Joaquín Costa, semiesquina con la glorieta López de Hoyos, cuando iban camino de las sedes del Estado Mayor de la Defensa y del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, en la calle Vitruvio de Madrid.
La onda expansiva dio de lleno al vehículo oficial, donde iba Dávila, otros cinco militares y el conductor, que murieron destrozados por la metralla. Además, hirió gravemente a otros cuarenta ciudadanos.
El teniente coronel Dávila estaba casado y tenía dos hijos. Estaba destinado en la División de Operaciones del Estado Mayor Conjunto. Vivía en el casco antiguo de Alcalá de Henares (Madrid), en un bloque de viviendas habitado por militares del Ejército de Tierra. Había regresado de una misión de paz de Naciones Unidas en El Salvador por la que fue condecorado por el rey don Juan Carlos, 20 días antes de morir. Fue enterrado en el panteón de la Brigada Paracaidista del cementerio viejo de Alcalá de Henares.
Relato completo del atentado en Javier Baró Díaz de Figueroa.
Véase también José Manuel Calvo Alonso, José Alberto Carretero Sogel, Domingo Olivo Esparza, Pedro Robles López y Juan Romero Álvarez.
El 21 de junio, sobre las 8:15 horas, el capitán de fragata Domingo Olivo Esparza viajaba junto a otros cinco oficiales del Ejército en una furgoneta oficial conducida por un funcionario civil. Los seis militares iban camino de las sedes del Estado Mayor de la Defensa y Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional. Cuando circulaban por la calle madrileña de Joaquín Costa, muy cerca de la glorieta López de Hoyos, un coche-bomba, activado a distancia por miembros de ETA, explosionó a su paso. Otros 40 transeúntes resultaron gravemente heridos.
Olivo, de 45 años, era natural de la pedanía de Balsapintada, en Fuente álamo (Murcia). Estaba casado y tenía cuatro hijos de entre 11 y 18 años. Estuvo destinado en la base naval de Cartagena (Murcia) la mayor parte de su carrera, pero llevaba dos años trabajando en la base aérea de Torrejón (Madrid) y estaba adscrito al Estado Mayor Conjunto del Ministerio de Defensa. Era diplomado en Guerra Naval y experto en telecomunicaciones. En Cartagena realizó diferentes labores en la base militar y en la Escuela de Submarinos.
Relato completo del atentado en Javier Baró Díaz de Figueroa.
Véase también José Manuel Calvo Alonso, José Alberto Carretero Sogel, Fidel Dávila Garijo, Pedro Robles López y Juan Romero Álvarez.
Pedro Robles López tenía 47 años cuando fue asesinado por ETA. El 21 de junio de 1993, sobre las 8:15 horas, conducía el vehículo oficial en el que iban otros cinco oficiales del Ejército. Los seis militares iban camino de las sedes del Estado Mayor de la Defensa y del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional. Cuando el vehículo circulaba por la calle madrileña de Joaquín Costa, semiesquina con la glorieta López de Hoyos, un coche-bomba fue accionado a distancia por uno de los etarras y explotó a su paso, matando en el acto a los siete ocupantes. Además, fueron heridos otros 40 transeúntes.
Robles era natural de Santander, estaba casado y tenía tres hijos. Normalmente trabajaba por las tardes, pero en aquellas fechas estaba en el turno de mañana para sacar un dinero extra para su familia. Fue enterrado en el cementerio de La Almudena, en Madrid.
Relato completo del atentado en Javier Baró Díaz de Figueroa.
Véase también José Manuel Calvo Alonso, José Alberto Carretero Sogel, Fidel Dávila Garijo, Domingo Olivo Esparza y Juan Romero Álvarez.
Los terroristas José Gabriel Zabala Erasun y Gonzalo Rodríguez Cordero robaron un coche en San Sebastián en 1992, lo ocultaron, y en junio de 1993, siguiendo órdenes de la dirección de ETA, lo llevaron cargado de explosivos hasta Madrid.
El día 21 de junio de 1993, a las 8:15 horas, otros etarras activaron la bomba en la calle Joaquín Costa, semiesquina con la glorieta López de Hoyos, al paso de una furgoneta militar. En ella viajaban el teniente coronel Juan Romero Álvarez, otros cinco oficiales del Ejército y el conductor, un funcionario civil, que iban de camino a las sedes del Estado Mayor de la Defensa y del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional. Todos murieron en el atentado. Además, la onda expansiva hirió a otros cuarenta ciudadanos.
Juan Romero Álvarez tenía 52 años, era natural de la provincia de Cádiz, estaba casado y tenía cuatro hijos. Sus grandes pasiones eran la familia, la enseñanza y la equitación. Estaba destinado en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), donde impartía clases. Fue enterrado en el panteón de la Brigada Paracaidista del cementerio viejo de Alcalá de Henares, junto a los otros oficiales asesinados Javier Baró Díaz de Figueroa, José Manuel Calvo Alonso, José Alberto Carretero Sogel, Fidel Dávila Garijo y Domingo Olivo Esparza.
Relato completo del atentado en Javier Baró Díaz de Figueroa.
Véase también José Manuel Calvo Alonso, José Alberto Carretero Sogel, Fidel Dávila Garijo, Domingo Olivo Esparza y Pedro Robles López.
Miembros de ETA colocaron una bomba bajo el asiento del conductor del coche del ex guardia civil Juvenal Villafañe García. El 16 de septiembre, a las 17:20 horas, Villafañe intentó arrancar el vehículo estacionado enfrente de su domicilio, en Andoain (Guipúzcoa), cuando el artefacto explotó y le impactó de lleno. Fue rescatado con vida, pero murió en la ambulancia de camino al hospital de Aránzazu (San Sebastián).
Juvenal Villafañe García, de 78 años, natural de Mansilla de las Mulas (León), estaba casado, tenía tres hijas y un nieto, y llevaba 26 años viviendo en el barrio de Andoain. Hacía 25 años que había abandonado el Instituto Armado y trabajó durante diez años como funcionario en la Diputación de Guipúzcoa. Desde su jubilación, se dedicó a tramitar licencias de caza y pesca, pasaportes y otro tipo de documentación a ciudadanos de Andoain, por lo que era muy conocido en esa localidad guipuzcoana. Fue enterrado en Islares (Cantabria), localidad natal de su mujer.
El 19 de octubre de 1993 por la mañana, tres etarras fueron al número 101 de la calle madrileña de Hermosilla, domicilio del general Dionisio Herrero Albiñana. Allí le esperaron hasta que salió de casa camino al coche oficial en el que iba a su trabajo. Dos terroristas se acercaron y le dispararon varios tiros. El chófer del general fue herido en el atentado.
Los etarras se dieron a la fuga en un coche robado que dejaron abandonado en la plaza del Marqués de Salamanca. Programaron un artefacto explosivo adherido a los bajos del vehículo y fue activado por un temporizador para que estallara a las 9:00 horas. No provocó daños personales.
El general Herrero, sevillano, de 73 años, estaba casado y no tenía hijos. Era director de Sanidad del Mando de Personal del Ejército del Aire. Fue director del Hospital del Aire (Madrid) desde 1989 hasta 1991. Había sido subdirector de Asistencia Sanitaria de la Dirección de Sanidad del Mando de Personal del Ejército. Le faltaban dos meses para jubilarse. Era un gran aficionado a la música clásica y a viajar. Fue enterrado en el cementerio madrileño de La Almudena.
El etarra Juan Luis Aguirre Lete fue condenado a prisión, además de a la indemnización económica correspondiente a los herederos de Herrero y a Pasamontes por las heridas provocadas.
Joseba Goikoetxea Asla, de 42 años, era natural de Bilbao, estaba casado y tenía tres hijos. Comenzó su militancia en el PNV con 17 años. En los años ochenta ingresó en la Policía Autonómica vasca y fue ascendiendo hasta que en 1986 se hizo cargo de la unidad de Información. Fue juzgado y sentenciado –en 1991 a seis años de inhabilitación- por los pinchazos telefónicos que se hicieron en 1986.
Goikoetxea era un hombre clave en la lucha antiterrorista en Euskadi. Había sido amenazado varias veces por ETA y su nombre había aparecido como potencial objetivo de la organización.
El 22 de noviembre de 1993, Goikoetxea salió de su casa para acompañar en coche a su hijo, de 16 años, hasta la parada del autobús. Después, el agente iría a la sede del PNV en Bilbao, donde trabajaba desde su inhabilitación por realizar escuchas ilegales.
De camino al centro de Bilbao, Goikoetxea paró su coche en un semáforo en la calle Tívoli, donde le esperaban dos etarras que se acercaron a pie y le dispararon varias veces. Dos balas, en la cabeza y la región lumbar, le hirieron de muerte tras estar en coma y fallecer cuatro días después. Su hijo resultó ileso.
El 1 de diciembre, el diario Egin publicó un comunicado de ETA en el que la organización terrorista asumía la autoría del atentado.
Cinco días después se celebró el funeral en la basílica de Begoña, al que acudieron miles de ciudadanos e hicieron una multitudinaria manifestación en protesta contra el crimen. Goikoetxea fue enterrado en el cementerio vizcaíno de Derio.
Los etarras Lourdes Churruca, José Luis Martín Carmona, María Aránzazu Garbayo, José Antonio Embeitia Ortuondo, Andoni Ugalde Zubiri y Juan Ignacio Sánchez Melendo fueron condenados a prisión. Además, debían indemnizar económicamente a los familiares de la víctima.