José Diaz Linares tenía 29 años cuando una mañana, como cualquier otra, salió de su casa en el barrio donostiarra de Intxaurrondo para coger el coche y dirigirse al centro. Eran las 9.30 cuando cayó sobre él una lluvia de balas. Desde la acera de enfrente, varios individuos parapetados tras una furgoneta gris le ametrallaron. A su mujer le dio tiempo a ver cómo intentaba sacar el arma y caía muerto antes de poder disparar. Tenía nueve impactos en la espalda y en el suelo se encontraron más de 40 casquillos de calibres diferentes.
Los autores del atentado habían robado la furgoneta apenas una hora antes, amenazando al propietario a punta de pistola. Lo maniataron, amordazaron y encapucharon y lo retuvieron en su interior mientras conducían hasta Intxaurrondo para cometer el crimen.
José Díaz Linares, destinado en la Brigada Social de la comisaría de San Sebastián, nació el 24 de agosto de 1945 en la localidad de Vilella (Lugo), donde vivían sus padres. Estudió Magisterio en Lugo, pero no ejerció de maestro sino que ingresó en la Academia General de Policía. Cuando terminó sus estudios en 1973, fue destinado a San Sebastián.
El inspector José Ramón Morán González tenía 32 años y vivía en Sopelana, a 7 kilómetros de Getxo donde trabajaba como responsable de la expedición del DNI. Estaba casado y tenía una hija de 3 años. Cada día se desplazaba en tren hasta allí y caminaba hasta la comisaría. Poco después de bajar, a las 8.40 horas del 22 de abril, un terrorista le disparó por la espalda con una escopeta de caza y después se dio a la fuga en un vehículo que le esperaba cerca. El policía cayó al suelo éntrelas calles Alango y Alangoberri y falleció pocos minutos después de llegar a la casa de socorro.
ETA se hizo responsable del asesinato a través de un comunicado. Como respuesta, el 25 de abril se decretó el estado de excepción en Vizcaya y Guipúzcoa, por quinta vez desde el 5 de agosto de 1968, tras el atentado que acabó con la vida de Melitón Manzanas. José Ramón Morán era natural de La Vecilla (León). Había estado destinado en Palma de Mallorca, Torremolinos y Barcelona e intervenido en varias operaciones antiterroristas.
El 6 de mayo de 1975, el guardia civil Andrés Segovia Peralta, de 41 años, había terminado su servicio en la fábrica de armas Astra-Unceta y regresaba al acuartelamiento caminando por la vía férrea Bilbao-Bermeo. Eran poco más de las diez y media de la noche cuando, apenas recorridos unos cien metros, varios individuos que le esperaban en un Morris MG rojo le ametrallaron por la espalda. Cuando el jefe de estación y los clientes de un bar cercano llegaron hasta él había sido alcanzado por más de 20 impactos y aún seguía con vida. Andrés Segovia murió media hora más tarde en el taxi que le trasladaba a un hospital de Bilbao. En el suelo se encontraron casi cuarenta casquillos de bala.
Andrés Segovia Peralta nació en 1934 en Moral de Calatrava (Ciudad Real), estaba casado y era padre de una niña de cinco años y de un niño de nueve. Desde que salió de la Academia, en 1969, estuvo destinado en Gernika. El Ayuntamiento de su localidad natal lo nombró hijo adoptivo el día después del atentado.
El inspector Fernando Llorente Roiz, de 51 años, volvía a casa después del trabajo. Antes, entró en un bar cercano para recoger un paquete y se quedó un rato a ver en la tele dos asaltos de un combate de boxeo y tomar unos vinos con unos amigos. Mientras tanto, un desconocido llamó a su casa preguntando por él, para cerciorarse de que no había llegado. Cuando iba a entrar en el portal, en la calle Calixto Díaz de Bilbao, dos individuos le dispararon a quemarropa dejándole mortalmente herido mientras su hija lo veía por la ventana. Algunas personas que estaban en el bar fueron a atenderle al oír los disparos y le llevaron en coche al hospital de Basurto, donde falleció poco después. La víctima presentaba seis heridas de bala.
Fernando Llorente nació en Villanueva de Villaescusa (Cantabria). Llevaba veintisiete en la Policía y, antes de ser destinado a Bilbao, trabajó en Valladolid. Había estado al mando del 091 y después en las oficinas del DNI. Estaba casado y tenía tres hijas de veinte, diecisiete y tres años. Cientos de personas acompañaron a su familia en su funeral.
El teniente Domingo Sánchez Muñoz, de Sobradillo (Salamanca) y 48 años, participaba en el operativo que buscaba a los etarras que asesinaron a Andrés Segovia Peralta en Gernika ocho días antes. Entre las cuatro y las cinco de la madrugada del 14 de mayo Domingo y otros guardiaciviles tomaron posiciones en varias carreteras de acceso a la villa. Hacia las 6 llegaron al número 47 de la calle Señorío de Vizcaya y llamaron a la vivienda, en la planta baja. Los propietarios, Ignacio Garay Lejarreta y su mujer, Blanca Saralegui Allende, acudieron mientras dos miembros de ETA intentaban huir por una ventana. Frente a ella estaba Domingo Sánchez. Los etarras abrieron fuego alcanzando en la cabeza y en el pecho al teniente, que fue trasladado a un hospital de Bilbao donde ingresó cadáver. El tiroteo duró casi media hora y en él también resultaron muertos los propietarios de la casa donde se encontró armamento, información sobre movimientos de la Guardia Civil y un plano del itinerario que seguía habitualmente Andrés Segovia. Los dos etarras que habían iniciado los disparos lograron huir, aunque dos horas después uno de ellos, Jesús María Markiegi Aiastui, Motriko, fue localizado en una zona de monte donde se produjo un nuevo enfrentamiento en el que resultó muerto. El segundo intervino en otro tiroteo, pero logró escapar.
Domingo Sánchez tenía cuatro hijos de entre veintiuno y dieciséis años. Su primer destino como guardia civil fue Barcelona, en 1946, donde conoció a su esposa, Raquel Salicio y donde fue enterrado. En 1974 ascendió a oficial y fue destinado a Bilbao adscrito durante los últimos meses al Servicio de Información de la Comandancia de Vizcaya.
Mariano Román tenía 37 años era gaditano, de Algodonales. Estaba casado, era padre de cinco hijos –tres chicos y dos chicas- y llevaba veinte años destinado en la Comandancia de San Sebastián. El 5 de junio de 1975 estaba de servicio con su compañero Higinio Martín Domínguez en el tren correo número 14 de los Ferrocarriles Vascongados. A las 7:00 horas vieron subir en la estación de Añorga a dos hombres que les llamaron la atención, pues llevaban gabardinas a pesar de estar en junio.
Higinio se acercó para identificar a los dos sospechosos con el tren ya en marcha. Los individuos retrocedieron y uno de ellos abrió fuego con una metralleta contra los agentes. Los impactos alcanzaron una ventanilla y sus cristales dieron en los ojos de Higinio. Los dos etarras aprovecharon para cambiar de vagón mientras los agentes se colocaban en las puertas para cubrir la posible salida de los terroristas. Desde allí, Mariano Román Madroñal salió despedido del tren fracturándose la base del cráneo en la caída, y murió en el acto. Los dos etarras saltaron del tren en Recalde, donde les aguardaba un vehículo en el que se dieron a la fuga.
En la primavera de 1975, la rama político militar de ETA envió varias células a Barcelona y Madrid para abrir nuevos frentes contra el régimen franquista. En Barcelona, los etarras atracaron varios bancos. En uno de ellos Ovidio Díaz López, de 31 años, casado, y a punto de ser padre de su primer hijo, perdió la vida.
El 6 de junio los etarras entraron en una oficina del Banco de Santander en la calle Caspe, pero una empleada activó una alarma conectada a la Policía que envió una patrulla. Los terroristas se toparon al salir con los agentes y abrieron fuego contra ellos. El cabo primero Ovidio Díaz López fue alcanzado por siete disparos, uno de ellos en el corazón. Uno de los asaltantes resultó herido todo el grupo –seis o siete individuos- logró darse a la fuga. Mes y después fueron detenidos en Barcelona Ignacio Pérez Beotegui, Wilson, uno de los principales dirigentes de ETA y máximo responsable de sus comandos especiales, y Jon Paredes Manot, Txiki, sorprendidos mientras preparaban un nuevo atraco. Txiki fue acusado de intervenir en el tiroteo que costó la vida a Ovidio López, juzgado en Consejo de Guerra sumarísimo y condenado a muerte. Le fusilaron el 27 de septiembre en el cementerio de Collserola . También al etarra Ángel Otaegui y a los integrantes del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y Humberto Baena. Fueron las últimas ejecuciones del franquismo.
A Carlos Arguimberri Elorriaga, de 43 años, en Deba lo creían un chivato. Su familia era carlista. Su padre fue sepulturero, carpintero y cartero y él trabajó de zapatero y de conductor de autobús. También fue alcalde pedáneo y concejal de Deba. Cuando parte de los vecinos de Itziar, su barrio, comenzaron a involucrarse en actividades nacionalistas en los sesenta, Carlos permaneció ajeno. Y empezó entonces a extenderse el rumor de que era un delator a quien se culpaba del traslado del sacerdote decidido por el obispado e incluso de alguna detención.
El 7 de julio de 1975, cuando volvía a casa conduciendo el autobús, dos etarras se levantaron hacia Carlos y le obligaron a salir de la carretera general. Tras gritarle “Hi txakur bat haiz” [“eres un perro”], lo mataron a tiros delante de su hermano y su hermana y de las mujeres horrorizadas que salieron gritando del autobús. Mientras el cuerpo de Carlos yacía sobre el volante, el autobús comenzó a rodar marcha atrás y casi atropelló a una de las mujeres que había caído al suelo con las prisas de los momentos de terror. El vehículo se detuvo al chocar contra un muro. La sangre de Carlos derramada sobre la carretera estuvo a la vista durante varios días escribió el antropólogo Joseba Zulaika.
Según Zulaika, vecino de Itziar que conoció a Carlos, no había “ni un ápice de verdad” en los rumores que le hicieron “villano oficial” de su localidad. Pero antes de su asesinato, en 1972, miembros de un grupo católico pintaron en su autobús las palabras “Karlos hil” («muerte a Carlos»). Y ETA le incendió el autobús. Su asesinato fue el primero de una serie contra personas a quienes se acusaba de ser confidentes policiales, pero que la mayor parte de las veces eran, simplemente, vascos no nacionalistas.
Francisco Expósito Camio, de 54 años, esperaba clientes leyendo el periódico sentado en su taxi en Usurbil, su pueblo natal. Era su último día de trabajo porque al día siguiente se iba de vavaciones a Alemania, donde su hija acababa de tener un niño. Entonces se acercaron dos individuos, uno por cada lado del taxi y, sin mediar palabra, le dispararon a bocajarro causándole la muerte de forma instantánea. Un tercer terrorista les esperaba en un vehículo con el que se dieron a la fuga. Desde su casa, cercana a la parada de taxis, su esposa oyó los disparos y rápidamente bajó a ver qué ocurría, pero no pudo hacer nada por él. Los asesinos, en su huida, arrojaron panfletos en los que ETA acusaba a la víctima de ser confidente de la Guardia Civil. En la década de los cincuenta fue campeón de España de ciclo-cross. Tenía cuatro hijas.
ETA militar trató de matar a Demetrio Lesmes por primera vez el 15 de julio de 1975. Tres etarras esperaban al guardia jurado, de 55 años, en una rotonda de Hernani dentro de un coche robado. Cuando el vigilante pasó en su coche, los etarras salieron tras él. Dos de ellos abrieron fuego con una pistola y una metralleta desde las ventanillas del vehículo cuando Demetrio ya estaba frente a la puerta de la fábrica donde trabajaba de vigilante. Le dio tiempo a lanzarse al suelo y no resultó herido. Unos días después, el mismo grupo de terroristas le asesinó. Llevaban tiempo vigilándole y conocían bien sus costumbres así que el 8 de agosto le esperaron hasta poco después de las 14:00 horas, cuando volvía a casa a pie del trabajo. Dos etarras bajaron de un automóvil, caminaron hacia él, sacaron sus armas y abrieron fuego, dejándole mortalmente herido en el suelo. Aunque fue trasladado rápidamente al ambulatorio de Hernani, no se pudo salvar su vida. Demetrio Lesmes había nacido en la provincia de Salamanca, estaba casado y tenía tres hijas. Trabajaba como guardia jurado en la empresa Pedro Orbegozo desde 1946.
Esteban Maldonado, hijo y hermano de guardiaciviles, tenía 20 años y había nacido en Mérida (Badajoz). La mañana del 5 de octubre de 1975 Esteban, otros dos guardias segundos, un cabo y un conductor fueron enviados en un Land Rover al santuario de Nuestra Señora de Aránzazu, cerca de Oñate, para retirar una ikurriña. Los agentes inspeccionaron la zona, por temor a que hubiera algún explosivo conectado a la bandera. La ikurriña estaba unida a un paquete que sólo contenía arena, y la retiraron. Cuando volvían al cuartel, a las 13.45, una bomba oculta en un talud estalló a su paso con 300 tornillos a modo de metralla. El Land Rover fue alcanzado de lleno en el costado, salió despedido a unos veinte metros y dio varias vueltas antes de detenerse completamente destrozado.
El cabo al mando, José Gómez Castillo, y el conductor, Juan García Lorente, resultaron heridos de gravedad. Sus compañeros, Esteban Maldonado Llorente, Jesús Pascual Martín Lozano y Juan Moreno Chamorro murieron al instante; dos de ellos quedaron tendidos en la carretera, y el tercero, con el cuerpo seccionado, en una cuneta. Varios franciscanos que se dirigían al santuario trasladaron a los dos heridos a un centro sanitario. El 10 de octubre ETA se responsabilizó del atentado a través de un comunicado enviado a la prensa de París.
Jesús Pascual Martín Lozano, nacido el 2 de junio de 1950 en la localidad segoviana de Villaverde de Íscar, estaba soltero. Había ingresado en la Guardia Civil en el mes de febrero y el puesto de Mondragón fue su primer destino profesional. Murió en el atentado del santuario de Aránzazu con sus compañeros Esteban Maldonado Llorente y Juan Moreno Chamorro el 5 de octubre de 1975, cuando volvían de retirar una ikurriña y ETA hizo estallar una bomba al paso de su vehículo.
Relato completo del atentado en Esteban Maldonado Llorente.
El guardia civil Juan Moreno Chamorro, nacido el 8 de mayo de 1949 en la localidad de Villamesías (Cáceres), tenía veintiséis años cuando fue asesinado; estaba casado y era padre de tres hijos. Estaba destinado en el cuartel de Mondragón. El 5 de octubre de 1975 fue enviado a retirar una ikurriña del santuario de Aránzazu cuando una bomba activada a su paso acabó con su vida y la de sus compañeros Jesús Pascual Martín Lozano y Esteban Maldonado Llorente.
Relato completo del atentado en Esteban Maldonado Llorente.
Tres minutos después de medianoche, ocho disparos despertaron a la población alavesa de Villarreal. Poco después, los agentes de la Guardia Civil descubrían a unos quinientos metros del cuartel, cerca de la zona de los pantanos, el cuerpo sin vida del taxista Germán Aguirre Irasuegui, vecino de Mondragón. El taxi se encontraba abandonado en un área denominada península de Sabalain, junto al embalse de Santa Engracia. El cuerpo del taxista se hallaba en el suelo con varios impactos de bala.
Unas horas antes, una persona pidió a Germán que lo trasladase de Mondragón a la localidad alavesa de Villarreal. Fue su última carrera. El falso cliente le obligó a dirigirse al descampado, donde le mataron a tiros. Germán Aguirre tenía treinta y ocho años y era natural de Bergara (Guipúzcoa). Estaba casado, tenía dos hijos, de diez y once años, y llevaba seis trabajando en Mondragón. Documentos incautados en 1992 al dirigente etarra José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, incluían un listado con varios asesinatos que ETA se atribuía. Entre ellos el de Germán Aguirre, que la banda justificó acusando a la víctima de ser un confidente policial.
El guardia civil Manuel López Treviño salió, a las 20:00 horas del 18 de octubre de 1975, del cuartel de Zarautz para volver a casa. Dos o tres miembros de ETA le esperaban en la calle y le siguieron durante unos metros. A la altura del número 15 de la calle San Ignacio, le dispararon por la espalda una ráfaga de metralleta. Tres balas le alcanzaron en la cabeza y le causaron la muerte instantánea. Algunos vecinos acudieron al cuartel para dar aviso mientras otros buscaban un médico. Una monja de la Casa de Misericordia fue la primera en acudir y comprobó que el hombre no tenía pulso. El médico, unos minutos más tarde, confirmó la muerte del agente. Cuando el cuerpo se encontraba aún en la acera, pasó por allí un joven que identificó a la víctima: era su padre.
Manuel López Treviño, nacido el 17 de marzo de 1927 en la localidad de Monterrubio de la Serena (Badajoz), estaba casado y era padre de seis hijos. ETA se responsabilizó del atentado en un comunicado emitido el 21 de octubre.
Antonio Echeverría Albisu, de 33 años y edil de Oiartzun desde hacía poco más de un año, era el alcalde más joven de Guipúzcoa. A las 14.30 horas del 24 de noviembre de 1975, un desconocido de unos 25 años llamó a la puerta de su casa y, cuando un familiar abrió, dijo que tenía un encargo urgente para Antonio de parte del alcalde de Hernani. La víctima salió a la puerta y en ese momento el desconocido le disparó con una pistola a la altura del pecho. Después se subió a un coche que le esperaba a pocos metros de distancia y se dio a la fuga. Antonio fue trasladado a la Policlínica de San Sebastián, pero cuando llegó ya había fallecido. Además de alcalde Oiartzun, Antonio Echeverría era agente de la propiedad inmobiliaria, con oficinas en Rentería y San Sebastián. Estaba soltero y vivía con sus padres y una hermana en el caserío de Oyarriarre. Al día siguiente, la banda terrorista ETA difundió un comunicado en el que amenazaba a todos los alcaldes que no dimitieran en un plazo de dos meses. La muerte del primer edil de Oiartzun y la declaración etarra posterior supuso el inicio de una campaña de atentados contra cargos municipales y forales que se prolongó durante varios años dejando tras de sí numerosas víctimas.