Agapito Sánchez Angulo, de 30 años, era natural de Castro Urdiales (Cantabria). El 19 de enero, a las 16:00h, estaba trabajando en su peluquería situada en la calle General Castaños de Portugalete. Tres clientes menores de edad esperaban su turno cuando tres terroristas entraron en el local, sacaron sus armas y obligaron a las personas que estaban presentes a salir de la peluquería. Nieves Fernández, segunda mujer de Agapito Sánchez, con quien tenía un hijo, fue testigo de lo que pasó.
Los terroristas llevaron a Agapito a la trastienda y allí le asesinaron. Después se dieron a la fuga en un coche donde les esperaba otra persona. ETA militar intentó justificar el asesinato haciendo falsas acusaciones sobre supuestas actividades de tráfico de drogas.
En 1988 fueron condenados Francisco Javier Echevarría González, Elías Fernández Castañares y Joseba Koldobika Artola Ibarreche, miembros del comando Orbaiceta de ETA, a 29 años de cárcel por el asesinato. En 1990 Fernando Vicente de Luis Astarloa fue sentenciado a la misma pena. Todos los condenados debían indemnizar económicamente a los herederos de la víctima.
Ricardo Tejero Magro, de 58 años, era natural de Barcelona. Estaba casado y tenía cinco hijos. Desarrolló toda su trayectoria profesional en el Banco Central, salvo en algunos intervalos que ocupó puestos directivos en la Unión Bancaria Hispano Marroquí y en el Banco de Crédito Industrial.
El 19 de febrero de 1985, dos terroristas del comando Madrid de ETA llegaron al domicilio de Tejero haciéndose pasar por policías. De esta forma redujeron al vigilante del garaje y al chófer del directivo bancario. Cuando Tejero salió del ascensor de su domicilio, en la calle de Ortega y Gasset de Madrid, para ir al trabajo, fue sorprendido por los dos etarras que le dispararon por la espalda provocándole la muerte en el acto.
ETA había mandado cartas a los miembros del sector bancario en las que reclamaba a cada consejero de los grandes bancos del país el pago de diez millones de pesetas. El Diario ABC recogió las palabras de Emilio Botín, consejero delegado del Banco Santander: “Si nos vuelven a enviar cartas reclamando el impuesto revolucionario, haremos lo que hemos hecho siempre, tirarlas a la papelera”.
Tejero fue inhumado en el panteón que la familia tenía en Jadraque (Guadalajara), a cuyo acto asistieron numerosas autoridades e importantes directivos de los sectores bancario y empresarial.
Fueron condenados los etarras Venancio Sebastián Horcajo, como cómplice del asesinato, a 18 años de prisión; Ignacio Arakama Mendia, alias Macario, a 26 años y 8 meses, como responsable del atentado; José Luis Urrusolo Sistiaga a 26 años, 8 meses y 1 día de reclusión mayor; y a María del Rosario Delgado Iriondo, cómplice del asesinato, a 16 años. Además, tuvieron que indemnizar económicamente a los herederos de Tejero.
El 22 de febrero de 1985 Ángel Manuel Facal Soto, de 42 años y soltero, salvó su vida sin saberlo. Varios terroristas de ETA le esperaban para matarle cerca del bar Náutico donde solía comer. Aquel día Ángel Manuel cambió de planes y pudo salvarse de que le asesinaran.
Sin embargo, el 26 de febrero sí que fue a comer con sus amigos. Varios terroristas se acercaron a él y la etarra Idoia López Riaño le disparó un tiro en la cabeza que le mató en el acto. ETA justificó el asesinato acusando a Ángel Manuel de ser traficante de drogas.
En 1986, los terroristas José Ángel Aguirre Aguirre, Ramón Zapirain Tellechea e Irene Idoia López Riaño fueron condenados, como autores del asesinato, a 27 años de prisión y se les condenó también a indemnizar a los herederos de Ángel Manuel.
Carlos Díaz Arcocha, de 52 años, estaba casado y tenía cinco hijos. Fue teniente coronel del Ejército y superintendente de la Ertzaintza. Estuvo destinado en el Sáhara como capitán de la Legión, en la Brigada Paracaidista y las unidades de Montaña de Jaca. Fue a San Sebastián como miembro del Servicio de Inteligencia del CESID, donde estuvo durante tres años antes de incorporarse al Regimiento Sicilia con base en los acuartelamientos de Loyola de la capital guipuzcoana. Fue amenazado por ETA cuando estuvo destinado en San Sebastián.
El 7 de marzo de 1985, Carlos llegó al bar de la gasolinera de Elorriaga (Vitoria), cerca de la Academia de la Policía Vasca de Arkaute, donde trabajaba. Era amigo de los propietarios del bar y normalmente iba a tomarse un café para saludarles. Estacionó el coche oficial, un Ford Escort sin distintivos, fuera del bar. Entró, se situó en la barra e inició una conversación con los dueños. En menos de diez minutos, varios miembros de ETA colocaron debajo del coche una bomba-lapa con un sedal conectado a la rueda para que se activara cuando el coche comenzara a moverse.
Antes de las 10:00 horas, Carlos salió del bar y puso el coche en marcha. La bomba explotó levantando el vehículo y resultó mortalmente herido. Varios ertzainas que se encontraban cerca, llevaron a su jefe al hospital de Santiago Apóstol, donde falleció.
Poco después del crimen, una mujer llamó a casa de la madre del teniente coronel, en Bilbao, y le preguntó: “¿Tienes un hijo soldado en Vitoria?”. La madre quiso aclarar que soldado no, pero sí militar y la comunicante anónima le replicó: “Pues acabamos de matarlo”. ETA justificó en un comunicado su asesinato por ser un mando de las Fuerzas Armadas.
El crimen de Carlos no ha sido resuelto judicialmente y tampoco se ha conseguido esclarecer quiénes fueron los asesinos.
Jesús lldefonso García Vadillo, de 32 años, era natural de Alcazarén (Valladolid). Estaba casado, tenía una hija, Idoia, de 5 años y su mujer estaba embarazada de cinco meses. Llevaba más de cinco años viviendo en Vizcaya, en Bilbao primero y después en Galdácano. Era analista químico y trabajaba en el control de calidad de la empresa Aceros Echevarría de Basauri.
Jesús Ildefonso fue a las 18:00 horas a recoger a su hija al colegio Vizcaya de Galdácano, mientras su mujer estaba trabajando en Bilbao. Regresaban a casa cuando un hombre se acercó con una pistola y le apuntó a la cabeza. Jesús Ildefonso empezó a dar patadas al etarra para defenderse, evitando que un primer disparo le diera en la cabeza. A continuación, se acercó una mujer y le disparó dos tiros que le hirieron.
Malherido, Jesús logró escapar momentáneamente. “Dejad a mi papá”, gritaba su hija. La víctima no paraba de decir: “No soy yo, no soy yo”, pero resbaló y cayó al suelo. Mientras su hija suplicaba que dejasen en paz a su padre, los etarras siguieron disparando hasta alcanzarle. Consiguió arrastrarse hasta la pared de un supermercado donde los terroristas le remataron. La hija de Jesús se quedó junto al cuerpo de su padre hasta que una mujer la llevó a una farmacia cercana, donde la recogió su madre con una crisis de ansiedad.
Los etarras le confundieron con un policía del cuartel de Basauri al que se parecía físicamente. Los trabajadores de Aceros Echevarría realizaron un parón y se manifestaron por las calles de Galdácano el día siguiente del crimen.
El policía nacional Máximo Antonio García Kleiner, de 29 años, era natural de Cortes (Navarra). Fue asesinado la madrugada del 13 de mayo de 1985 cuando salía de un bar cercano a su casa, en el paseo Larracho de San Sebastián.
Ramón Zapirain Tellechea, miembro del comando Oker de ETA, se le acercó por la espalda y le disparó en la nuca. Al caer al suelo, le remató con dos tiros en la cabeza. El etarra huyó en un coche ocupado por otros dos terroristas, Irene Idoia López Riaño y Arturo Cubillas Fontán. Los tres, junto a José Ángel Aguirre Aguirre, fueron condenados por el asesinato.
El cabo Luis Lorenzo Navarro Izquierdo era natural de Ampudia (Palencia) y tenía 26 años. Hizo la carrera de profesor de Educación General Básica en la Escuela de Magisterio de Palencia. Muy aficionado al atletismo, llegó a ser subcampeón de España en los 400 metros lisos. Llevaba unos días en el País Vasco, reforzando la plantilla policial de Vizcaya, cuando fue asesinado.
El 16 de mayo de 1985, a las 14:30 horas, dos furgonetas de la Compañía de Reserva de Valladolid iban a relevar a sus compañeros en el cuartel de la Policía Nacional de Basauri cuando una bomba colocada en el interior de un coche explotó al pararse en el semáforo de la calle Urbi. Luis fue trasladado al hospital de Basurto en estado de coma, pero falleció cuando le iban a intervenir. Otras 13 personas, 10 agentes y tres civiles, resultaron heridas de diversa gravedad.
Su viuda, María Luisa Marcos, estaba embarazada de un mes y no pudo ir a su entierro debido a la sedación tras sufrir un ataque de nervios.
José Félix Zabarte Jainaga fue condenado a un total de 298 años de prisión por los delitos así como a pagar una indemnización a la viuda. El comando terrorista estaba formado también por Carmen Guisasola Solozábal y un tercero no identificado. Guisasola fue sentenciada más adelante.
Juan José Uriarte había en la localidad vizcaína de Gámiz-Fica 39 años atrás. Estaba casado con María del Carmen Álvarez y tenía cuatro hijos. En Bermeo regentaba el bar Lorea y lo compaginaba con la profesión de taxista hasta que decidió dedicarse exclusivamente al taxi.
El 17 de mayo de 1985, sobre las 17:00 horas, Juan José se encontraba en la parada de Lamera, en Bermeo. Varias personas se acercaron y subieron a su vehículo. Le dijeron que les llevara hasta un camino vecinal próximo a la ermita de San Juan de Gaztelugache y una vez allí le obligaron a ponerse de rodillas. El etarra Joseba Koldobika Astarloa le pegó un primer tiro en la nuca. Cuando su cuerpo cayó al suelo le dispararon tres veces más.
Los etarras no se dieron cuenta de que habían matado al primo del entonces obispo auxiliar de Bilbao. La Iglesia era la única institución que había permanecido a salvo de ETA. La banda negó la autoría del atentado, pero los autores fueron detenidos y condenados por el crimen de Juan José Uriarte.
Los miembros del comando Orbaiceta de ETA, Elías Fernández Castañares, Joseba Koldobika Artola Ibarreche, Fernando Vicente Luis Astarloa y Francisco Javier Echevarría González fueron sentenciados a una pena de 29 años de prisión y al pago de una indemnización a los herederos de la víctima.
El policía nacional Máximo Díaz Bardera, de 35 años y natural de Pedro Bernardo (ávila), estaba casado y tenía tres hijos, de 8, 6 y 3 años. Llevaba once años trabajando en San Sebastián, donde era el encargado de la centralita de teléfonos del Gobierno Civil.
La noche del 21 de mayo de 1985 fue asesinado junto a su compañero Francisco Rivas López por miembros de ETA. Los dos agentes fueron a pasear sus perros por el monte Ulía. A las 21:00 horas, sus familias se extrañaron porque no habían regresado y presentaron una denuncia.
Un centenar de policías y un helicóptero de la Guardia Civil comenzaron a rastrear el monte Ulía durante toda la noche. El único dato que obtuvieron fue que el perro del policía Francisco Rivas regresó solo a casa. Al día siguiente, ETA informó del lugar donde estaban los cadáveres de los policías. En la ladera norte del monte Ulía encontraron los dos cuerpos y a la perra de Máximo, recostada sobre el pecho de su dueño. Ambos tenían un disparo en la sien. Sus asesinatos nunca fueron resueltos judicialmente.
Véase también Francisco Rivas López.
Francisco Rivas López tenía 50 años. Había nacido en Torremocha (Guadalajara) y estaba casado con Concepción Ayerbe, con quien tenía una hija de 19 años. Su primer y único destino había sido San Sebastián, donde ejercía desde hacía 26 años. Unos pistoleros de la organización terrorista ETA le asesinaron junto a su compañero Máximo Díaz Bardera en las laderas del monte donostiarra de Ulía, el 21 de mayo de 1985.
Véase el relato completo del atentado en Máximo Díaz Bardera.
Moisés Cosme había sido policía básico antes de entrar en el Cuerpo Superior de Policía. Tenía 30 años y era natural de la localidad segoviana de Martín Miguel. Vivía en el País Vasco desde hacía tres años y medio. Estaba casado y tenía dos hijos. Catorce días antes de su muerte, Moisés fue felicitado por su “brillante trabajo de información y posterior captura” de un grupo de narcotraficantes.
La mañana del 26 de mayo de 1985, Moisés y su hijo de 3 años salieron a comprar el periódico a la plaza del pueblo. La calle estaba llena de gente cuando dos terroristas de ETA se acercaron a él por la espalda y uno de ellos le disparó en la nuca. Cayó al suelo y le remató con otro tiro en la cabeza en presencia de su hijo.
El niño huyó al ver caer al suelo a su padre. Estuvo perdido durante varias horas y fue localizado por agentes de la Policía Municipal llorando. Solo el hijo de Moisés fue testigo del asesinato porque, a pesar de cometerse en una zona muy concurrida, nadie declaró. Por la tarde, alrededor de 500 personas se manifestaron contra ETA.
El etarra Félix Ignacio Esparza Luri fue sentenciado por el atentado. Esparza fue detenido en Saint-Paulles-Dax (Francia) en una operación conjunta de la Guardia Civil y la Policía francesa en abril de 2004. El Tribunal de Apelación de París admitió la extradición a España del etarra una vez cumplida la condena de 17 años de prisión que se le impuso en Francia.
Alfredo Aguirre Belascoain, conocido por “Godo”, tenía 13 años y vivía en el casco viejo de Pamplona. Estudiaba séptimo de enseñanza Primaria en el colegio de los jesuitas y era un gran deportista. Practicaba piragüismo en el Club Natación Pamplona y tenía un gran futuro por delante.
El 30 de mayo de 1985, estaba conversando con una vecina por el portero automático cuando fue alcanzado por una explosión provocada por ETA con intención de asesinar a policías nacionales.
Su madre, Carmen Belascoain, escuchó la explosión y fue corriendo al lugar, donde encontró el cuerpo ensangrentado de su hijo en el suelo.
Al día siguiente, los colegios de Pamplona celebraron una manifestación en recuerdo de Alfredo, en la que miles de niños se juntaron en la plaza del Castillo.
Dos días después del asesinato, ETA hizo un comunicado en el que expresaba su tristeza por el crimen. La organización terrorista intentó distanciarse del asesinato del menor, alegando que fue una muerte accidental. En este atentado fue asesinado el policía Francisco Miguel Sánchez.
Francisco Miguel, de 32 años, natural de Villaverde del Río (Sevilla), estaba casado y tenía dos hijos. En el atentado que acabó con su vida, también murió un niño de 13 años, Alfredo Aguirre Belascoain.
El viernes 30 de mayo, sobre las 21:00 horas, la centralita del 091 de Pamplona recibió una llamada anónima que alertaba a la Policía de que en el primer piso del número 16 de la calle Bajada San Francisco Javier, en Pamplona, un drogadicto pegaba su madre e incluso estaba a punto de matarla. Dos coches patrulla acudieron inmediatamente al lugar y fueron corriendo hacia el portal. Unos minutos antes, la etarra Mercedes Galdós Arsuaga, simulando ser una mujer embarazada, había colocado junto al portal un paquete entre bolsas de basura que contenía una potente bomba. Cuando los policías se acercaron, el explosivo estalló y acabó con la vida de Francisco Miguel Sánchez e hirió a otros cuatro agentes.
Los miembros de ETA, Mercedes Galdós Arsuaga, Juan José Legorburu Guerediaga y José Ramón Artola Santiesteban, fueron condenados por la Audiencia Nacional en 1987, por el delito de atentado contra un miembro de las Fuerzas de Seguridad, a una pena de 85 años de prisión mayor cada uno por asesinato en distintos grados. Además, también debían indemnizar a los herederos de Francisco y Alfredo.
Véase también Alfredo Aguirre Belascoain.
José Martínez Parens, de 32 años, era natural de Hellín (Albacete). Estaba casado con Coro Arrieta Arrillaga y tenía dos hijas, de 9 y 2 años. En 1973 entró a trabajar en la empresa de armamento Esperanza y Cía. de Marquina, donde realizó tareas administrativas y llegó a ocupar el puesto de jefe de seguridad.
Sobre las 18:30 horas del 30 de mayo de 1985, José Martínez Parens iba a un bar céntrico de la localidad vizcaína de Marquina después de salir de trabajar cuando recibió un único tiro por la espalda. Su mujer y su hija estaban en un parque cercano al lugar del crimen y fueron de las primeras personas en llegar al lugar donde José estaba aún con vida.
La víctima fue trasladada en ambulancia al hospital de Galdácano donde murió antes de llegar. Le acompañaba su mujer, que sufrió un desmayo y tuvo que ser atendida por los servicios médicos.
Al día siguiente, los vecinos de Marquina realizaron un parón en bares y comercios, que cerraron sus puertas en protesta por el asesinato.
En 1986 el miembro de ETA José Félix Zabarte, autor del asesinato, fue condenado a 27 años de prisión. Además, tuvo que compensar económicamente a los herederos de la víctima.
Esteban del Amo García, de 35 años, era natural de Segovia. Estaba casado y tenía dos hijas pequeñas. Llevaba cinco años trabajando en el equipo de artificieros de la Policía Nacional.
El 12 de junio, varios terroristas huyeron de la calle General Oráa, donde habían asesinado esa misma mañana al coronel Vicente Romero González-Calatayud y a su chófer, Juan García Jiménez. En la huida se dirigieron a El Corte Inglés, en la avenida Felipe II de Madrid y estacionaron el coche robado en el sótano del aparcamiento, con las puertas abiertas de par en par para que llamase la atención y fuera más fácil localizarlo. Los asesinos habían colocado una bomba-trampa dentro del vehículo.
Sobre las 10:00 horas, un miembro de ETA avisó a la Policía de la colocación del coche-bomba. Los cuerpos de seguridad ordenaron desalojar el centro comercial, que en ese momento reunía a unas ocho mil personas entre clientes y empleados.
Esteban del Amo y Gerardo Puente, miembros del Tedax, fueron los encargados de inspeccionar el coche donde estaba la bomba. Primero tiraron de los asientos traseros uno por cada lado. Debajo pudieron ver los explosivos y un cordón detonante que se metía en el maletero. Estaban observando el asiento delantero, cuando Esteban le dijo a Gerardo: “Quítate un momento que he visto algo”. Gerardo se echó hacia atrás ante la falta de espacio y se agachó para mirar sin ver nada. Al incorporarse se produjo la explosión.
Esteban murió en el acto y Gerardo cayó al suelo gravemente herido, con un brazo destrozado. Consiguió ponerse en pie a pesar de su estado y corrió para alejarse del coche en llamas.
Véase también Juan García Jiménez y Vicente Romero González-Calatayud.
Juan García Jiménez, de 27 años, era natural de San Pablo de los Montes (Toledo). Estaba casado con Rosario García González y tenía una hija de 3 meses. Entró de chófer del Ejército como funcionario civil contratado en el mes de enero.
El terrorista José Ignacio de Juana Chaos, que acababa de asesinar al coronel del Cuerpo Jurídico Militar, Vicente Romero González-Calatayud, cuando salía de su casa en la calle General Oráa de Madrid, se giró hacia su chófer, Juan García Jiménez, y le disparó siete tiros que le mataron en el acto.
Véase el relato completo del atentado en Vicente Romero González-Calatayud.
El coronel Vicente Romero González-Calatayud, de 55 años, era natural de La Puebla de Montalbán (Toledo). Estaba casado con María Josefa García-Tenorio Valmaseda y tenía cuatro hijos entre los 17 y los 27 años. Estudió Derecho Administrativo Militar y trabajó de asesor jurídico en la Dirección General de Infraestructuras del Ministerio de Defensa.
El 12 de junio de 1985, el coronel Vicente Romero salió de su casa en la calle General Oráa de Madrid, antes de las 10:00 horas, en dirección a su trabajo en el Servicio Militar de Construcciones. Su chófer, Juan García Jiménez, le esperaba con el coche parado en doble fila. Vicente cruzaba entre dos vehículos cuando el terrorista Ignacio de Juana Chaos se acercó y le disparó tres veces. Después, el etarra se volvió y disparó también al conductor, al que alcanzaron siete balas y murió en el acto.
Al escuchar los disparos, la mujer de Romero se asomó a la ventana y vio a su marido tendido en el suelo. Fue trasladado al hospital Reina Sofía, pero murió antes de llegar. El terrorista se dio a la fuga con la ayuda de la etarra Belén González Peñalva y utilizaron un coche en el que les esperaba otro terrorista, Juan Manuel Soares Gamboa.
Tras cometer los asesinatos, los terroristas se dirigieron al aparcamiento subterráneo del Corte Inglés, en la avenida Felipe II, y colocaron una bomba-trampa en el maletero. Los propios asesinos llamaron a la Policía para avisar de la localización del coche, cuya explosión mató al artificiero del Equipo de Desactivación de Explosivos (Tedax), Esteban del Amo García.
Los miembros de ETA, José Ignacio de Juana Chaos, Juan Manuel Soares Gamboa, Belén González Peñalva, Inés del Río Prada y Esteban Esteban Nieto, fueron condenados a prisión. Los tres primeros fueron los ejecutores directos de la acción terrorista.
Véase también Esteban del Amo García y Juan García Jiménez.
José, de 42 años, era natural de Villamayor (La Coruña). Estaba casado y tenía dos hijos. El día de su asesinato, salió de su trabajo en la Comandancia de Marina de Bilbao, hacia las 15:00 horas, y regresaba a su casa a pie, en el barrio de Repélega de Portugalete, cuando un etarra le pegó un tiro en la nuca que acabó con su vida.
El 12 de junio de 1985 se firmó en España el Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea. José Millarengo de Bernardo fue la cuarta víctima mortal que se producía en el mismo día.
El cabo Eugenio Recio García, de 51 años y padre de seis hijos, trabajaba en el cuartel de la Guardia Civil de La Salve en Bilbao. Llevaba 26 años en el Instituto Armado, veinte de ellos destinado en el País Vasco, pero iba a ser trasladado a Salamanca para estar más cerca de su pueblo natal, Pitiegua.
El 18 de junio salió de su casa a las 7:45 horas para ir a trabajar. Caminaba por la calle Las Viñas de Santurce hacia la estación de tren cuando un etarra se le acercó por la espalda y le mató de un tiro en la nuca.
El marinero Ignacio Montes Abad, de 36 años, nació en Lekeitio y era padre de cuatro hijos. El 24 de junio de 1985, embarcaría de madrugada para salir a faenar. Eran aproximadamente las 3:00 horas y faltaba media hora para zarpar cuando fue a su casa a cambiarse de ropa y se percató de que le seguían. Corrió e intentó refugiarse en el portal de su casa, pero el etarra José Félix Zabarte Jainaga vació sobre él el cargador de su pistola.
Los últimos años de Ignacio estuvieron llenos de difamaciones y campañas de acoso. En su pueblo natal aparecieron pintadas con las frases: "Montes: ETA te va a matar” o “Muerte al chivato de Montes”. ETA asumió la responsabilidad del asesinato y acusó a Ignacio de ser traficante de drogas y de haberse dedicado, con ocasión del funeral celebrado en su día en memoria del dirigente de Herri Batasuna Santiago Brouard, a “pinchar las ruedas de los coches que habían llegado a Lekeitio desde todas las zonas de Euskadi”.
El etarra José Félix Zabarte Jainaga fue condenado a 27 años de prisión mayor. El matrimonio formado por José Ignacio Ibarra Cruz y María Natividad Beascoechea Moreno fue sentenciado como colaborador, a 17 años, 4 meses y 1 día de reclusión menor. María del Carmen Guisasola Solozábal fue condenada a 27 años de prisión por su participación.
Estanislao Galíndez Llano estaba casado, tenía siete hijas y un hijo de entre 11 y 18 años. Era natural de Lecamaña (Álava) y trabajaba en Correos desde 1946.
A las 8:45 del 26 de junio, Estanislao iba en bicicleta con su uniforme gris por la calle Mendico, en dirección a la estafeta de Correos para recoger las entregas del día. Al llegar a la altura de un colegio, un coche dio un giro brusco y se cruzó en su camino. Tres etarras, dos hombres y una mujer, bajaron del coche armados mientras Estanislao comenzó a gritar pidiendo auxilio. Los terroristas le dispararon dos veces en la cabeza y una en el corazón y provocaron que cayera al suelo junto a su bicicleta.
ETA justificó el asesinato de Galíndez en un comunicado enviado a los medios de comunicación en el que le acusaban de colaborar con la Guardia Civil.
La misma mañana se declaró luto oficial. Al día siguiente se hizo una misa funeral a la que asistieron casi todos los habitantes del pueblo. Sixto Galíndez, misionero en Filipinas, presenció el funeral de sus dos hermanos, Félix Galíndez Llano y Estanislao Galíndez Llano, asesinados por ETA en 1981 y en 1985. En el caso de Estanislao, el sacerdote llegó a administrarle la extrema unción mientras agonizaba en la cuneta donde murió.
El etarra Juan Carlos Arruti Azpitarte fue condenado a 35 años de prisión por el asesinato de Estanislao Galíndez, además de tener que indemnizar económicamente a los herederos.
Juan Merino Antúnez, de 21 años, estaba casado y era natural de la localidad asturiana de Llanes. Murió tiroteado junto a su compañero, Antonio Jesús Trujillo Comino, cuando realizaban un servicio de vigilancia en la Delegación de Hacienda de San Sebastián el 9 de julio de 1985. Merino y Trujillo, recién salidos del madrileño Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro y con apenas dos meses en el País Vasco, estaban en el interior de un coche estacionado cuando dos etarras se acercaron por ambas ventanillas delanteras y les dispararon en la cabeza, el cuello y los hombros. Murieron en el acto.
Véase también Antonio Jesús Trujillo Comino.
Antonio Jesús Trujillo Comino, guardia civil cordobés de 22 años, murió junto a su compañero Juan Merino Antúnez en el atentado de San Sebastián del 9 de julio de 1985.
Relato completo del atentado en Juan Merino Antúnez.
Agustín Ruiz Fernández de Retana, subcomisario del Cuerpo Superior de Policía, de 43 años y soltero, trabajaba en las oficinas de expedición del Documento Nacional de Identidad (DNI) en la comisaría de Vitoria y era colaborador directo de la gobernadora civil de Álava.
La noche del 29 de julio de 1985, tras reunirse con unos amigos en un bar que solía frecuentar, fue asesinado de un disparo en el cuello. ETA justificó su acción alegando que Agustín pertenecía a las “fuerzas de ocupación españolas”.
Ricardo Izaga González y Jesús Díaz de Heredia Ruiz de Arbulo fueron condenados a 29 años de reclusión mayor y a indemnizar económicamente a los herederos de la víctima.
Fausto Escrigas Estrada, vicealmirante de la Armada de 59 años, gallego nacido en El Ferrol estaba casado y con cuatro hijos. Ocupaba la Dirección General de Política de Defensa cuando fue asesinado por tres miembros del Comando Madrid que ametrallaron su coche oficial el 29 de julio de 1985.
Su chófer, Francisco Marañón García, tenía 57 años en el momento del asesinato. Las secuelas del atentado le impidieron valerse por sí mismo, necesitando ayuda permanente el resto de su vida.
Juan Manuel Soares Gamboa, como autor material del asesinato, Belén González Peñalva, José Ignacio de Juana Chaos, Inés del Río Prada y Esteban Esteban Nieto fueron condenados por este atentado.
Fernando Amor Calvo, coruñés de 25 años, estaba casado y era miembro de los Tedax de la Comandancia de Álava. Allí murió en acto de servicio el 3 de agosto de 1985. Tras recibir un aviso de ETA sobre un explosivo colocado en una caja de galletas junto a la puerta del disco-pub El Peñón, en Luyando, se procedió a desalojar las viviendas próximas. La unidad de técnicos artificieros intentó, sin éxito, provocar la explosión del artefacto arrojando agua a presión y efectuando varios disparos. Finalmente, la bomba explotó cuando Fernando la manipulaba para desactivarla. Pese a que fue trasladado a la residencia sanitaria Enrique Sotomayor de Barakaldo, falleció mientras era intervenido quirúrgicamente.
José Expósito Afán, guardia civil retirado de 62 años, era natural de la localidad cordobesa Aguilar de la Frontera. Estaba casado, con cuatro hijos y llevaba 35 años viviendo en el País Vasco. El 4 de agosto de 1985 murió de un tiro en la nuca mientras caminaba por una céntrica plaza de Elgoibar.
Expósito había ingresado en la Guardia Civil en 1949 y antes de jubilarse y entrar en la reserva activa había trabajado en el Departamento de Intervención y Revisión de Armas.
Clément Perret, de 45 años y natural de la francesa Aix-en-Provence estaba casado y residía en Benicasim. Fue asesinado el 16 de agosto de 1985 por dos etarras en la pizzería de Castellón de la Plana que él mismo regentaba. Su hermano salió ileso de la agresión y el camarero Miguel Palanques Sanahuja, de 19 años, fue herido en una pierna. Los terroristas huyeron hacia un coche en el que les esperaba un tercer etarra. Los hermanos Perret eran presuntos integrantes de los GAL y considerados ex miembros de la Organisation del l'Armée Secrète (OAS), banda que se opuso a la descolonización de Argelia.
Henri Parot fue condenado, como autor del asesinato, a 29 años de reclusión mayor y obligado a indemnizar a los herederos de Clément. Las autoridades francesas condenaron a cadena perpetua a Jacques Esnal, autor material del tiroteo, y a Jean Parot, que condujo el coche en el que huyeron. Asimismo, el Tribunal Criminal de París condenó en rebeldía a cadena perpetua por complicidad a José Luis Arrieta Zubimendi, que murió en la clandestinidad de un ataque al corazón en Toulouse en 2001.
Eugene Kenneth Brown, de 45 años y natural de Pensylvania, estaba casado y con dos hijos. Era controlador de inventarios en la multinacional Johnson & Johnson y se encontraba en Madrid para asistir a reuniones con ejecutivos de la filial española. La mañana del 9 de septiembre de 1985 murió a consecuencia de las heridas provocadas por la deflagración de un coche bomba, colocado por el Comando Madrid en la plaza de la República Argentina. El objetivo era un autobús que transportaba a 24 guardias civiles que se dirigían a relevar a otros compañeros. Un total de 16 guardias civiles resultaron heridos: Raimundo Plata Pampanas, Antonio Malfeito Inchausti, Marcos Rey Patón, Enrique González Martín, Miguel Ángel Chapado Manzanas, Jacinto Delgado Córdoba, Manuel Varela Reyes, Pedro Jiménez Gon- zález, Jesús Pérez Rodríguez, Alfonso Sánchez Rodríguez, Juan Antonio Corredor Pérez, Luis Corchado Gibello, José Carlos Sánchez Martín, José Pérez Rodríguez, Antonio Medina Gordillo y Ángel Larios Rivero. Alfonso Trillo Bernabéu, otro transeúnte, también resultó herido.
De Juana Chaos fue condenado 489 años de cárcel, Del Río Prada a 478 años y Soares Gamboa, que se mostró arrepentido, a 299 años por los delitos de atentado, un asesinato consumado, diecisiete asesinatos frustrados y estragos. La terrorista González Peñalva fue condenada a 467 años de reclusión por los mismos delitos. Todos ellos tuvieron que indemnizar económicamente a los herederos de la víctima así como a los guardias civiles heridos.
El policía nacional Félix Gallego Salmón, de 35 años, cántabro natural de Santoña, estaba casado y con cuatro hijos. Falleció en el atentado de Vitoria del 14 de septiembre de 1985.
Estaba acompañado por su amigo Cándido Martín Franco, cuando estalló una bomba colocada en su vehículo al intentar arrancarlo. Félix perdió las piernas y un brazo y falleció, pese a ser trasladado urgentemente al hospital Santiago Apóstol de Vitoria. Cándido fue gravemente herido, pero sobrevivió.
Juan Carlos Arruti Azpitarte, autor material del asesinato, fue sentenciado a una pena de 30 años de reclusión mayor, 20 años de reclusión menor y 11 años de prisión por asesinato frustrado. Carlos Torrecilla Parra, José Ignacio Gaztañaga Vidaurreta y Luis María Azkargorta Belategui, como cómplices, recibieron 37 años de cárcel cada uno. Además, todos los implicados tuvieron que indemnizar económicamente a los herederos de Félix y a Cándido Martín por las heridas y lesiones sufridas. No obstante, el Tribunal Supremo absolvió a los cinco etarras del delito de terrorismo en 1992, lo que disminuyó su pena de prisión en once años.
José Manuel Ibarzábal, de 20 años, era familiar de Eugenio Ibarzábal, entonces portavoz del Gobierno vasco. Realizaba el servicio militar en su San Sebastián natal cuando murió asesinado por cuatro terroristas que atentaron contra el vehículo militar en el que viajaba por el donostiarra barrio de la Paz. Era 25 de noviembre de 1985. A primera hora de la mañana, los etarras abrieron fuego provocando que se estrellara contra un árbol. Ibarzábal, que era el conductor, pudo salir y huir, pero fue perseguido y alcanzado por uno de los terroristas que le disparó hasta acabar con su vida.
En el atentado también falleció el cabo primero radiotelegrafista de la Armada Rafael Melchor García y fueron heridos los militares Luis Ángel Carballo, Manuel Rodríguez y Daniel Asensio.
Ignacio Erro Zazu y Estanislao Echaburu Solabarrieta fueron condenados, como autores del crimen, por cuatro delitos de asesinato en grado de frustración y por un delito de detención ilegal. Además, fueron condenados a indemnizar a los herederos legales de cada una de las víctimas mortales y a los heridos.
Véase también Rafael Melchor García.
El cabo primero Rafael Melchor García, cordobés de 26 años, casado y con dos hijos, fue asesinado junto al marinero José Manuel Ibarzábal Duque, el 25 de noviembre de 1985. Varios terroristas ametrallaron el microbús oficial en el que viajaban por el barrio donostiarra de la Paz camino de la Comandancia de Marina de Pasajes.
Relato completo del atentado en José Manuel Ibarzábal Duque.
El guardia civil zamorano Isidoro Díez Ratón, de 39 años, casado y con cuatro hijos, llevaba nueve años destinado en Gipuzkoa. La noche del 25 de noviembre de 1985 fue ametrallado junto a su compañero, Juan Corrales Pozas, al salir de un bar cercano al muelle de Pasajes donde estaban destinados como vigilantes. Juan consiguió esquivar los disparos ocultándose en el bar, pero Isidoro murió media hora después en el hospital Nuestra Señora de Aránzazu.
Tres de los presuntos asesinos de Isidoro, Alejandro Auzmendi Ilzarbe, Luis María Zabaleta Mendía y Miren Bakartxo Arzelus, murieron dos meses después en un enfrentamiento con la Guardia Civil en la misma Pasajes. Por su parte, Pedro María Fernández Arguilea fue condenado a 29 años de cárcel y a otros 19 por intento de asesinato en grado de frustración; así como a indemnizar a sus herederos.
José Herrero, guardia civil donostiarra de 67 años, jubilado, estaba casado y con dos hijos. Ya había salido ileso de un atentado en febrero de 1984, pero no tuvo tanta suerte el 26 de noviembre de 1985. Tras abandonar un bar de Lasarte, un etarra se le aproximó por la espalda y le disparó dos veces en la cabeza, mientras otro apuntaba con una pistola a su hijo.
Al enterarse de la noticia, su esposa sufrió una insuficiencia cardíaca y fue hospitalizada en la misma residencia sanitaria provincial donde acababa de fallecer su marido. El hijo menor de la víctima también sufrió un ataque cardíaco al conocer la muerte de su padre.
Los etarras Ignacio Orotegui Ochandorena, Miguel Turrientes Ramírez y José Antonio Carrasco Alba fueron sentenciados a 29 años de reclusión mayor. Pedro María Reizábal Zurutza fue condenado a 19 años de reclusión menor por complicidad en el atentado. Además, debían indemnizar a los herederos de José.
Mario Leal Baquero, guardia civil asturiano de 29 años, estaba casado y tenía una hija. Fue asesinado a tiros en su coche, en el aparcamiento de la estación de Renfe de Mondragón, por miembros del comando Txantxangorri la madrugada del 5 de diciembre de 1985.
A José Miguel Gaztelu Ochandorena, José Luis Erostegui Bidaguren y Jesús María Uribetxeberria Bolinaga se les condenó a 33 años de cárcel y al pago conjunto de una indemnización para los herederos de Mario.
El general de brigada de la Guardia Civil Juan Atarés Peña, oscense de 67 años, estaba casado y con cuatro hijos. Había sufrido ya cuatro atentados frustrados. Condecorado y en la reserva activa desde 1979, fue asesinado el 23 de diciembre de 1985.
Al caer el mediodía, Juan paseaba por el parque pamplonés de la Vuelta del Castillo, cerca de su casa, cuando dos etarras bajaron de un coche robado y le dispararon tres tiros por la espalda que le causaron la muerte inmediata.
Juan José Legorburu Guerediaga y Mercedes Galdós Arsuaga fueron condenados a 29 años y 5 meses de prisión. María Cruz Azcona Larreta a 10 años y 1 día de prisión mayor como cómplice. Los tres tuvieron que indemnizar a la viuda de Juan.
Alejandro Sáenz, guardia civil de 58 años, era natural de La Rioja, casado y con un hijo. Estaba retirado de la Benemérita desde hacía más de dos décadas con el grado de sargento y trabajaba en la factoría de Michelin de Lasarte. El 30 de diciembre de 1985 dos terroristas le mataron a tiros en el aparcamiento de su trabajo.