José Manuel Baena Martín (Granada, 1947), miembro de la Brigada de Información de la Policía de Pamplona, acababa de ser padre hacía unas semanas cuando el 11 de enero de 1978 fue asesinado en acto de servicio. Tanto su padre como su esposa se enteraron del fallecimiento al escuchar la noticia por la radio.
El grupo de Baena tenía una pista sobre un piso franco donde los terroristas responsables de los últimos atentados podían estar escondidos. Al ir a investigarlo, los policías se dieron de bruces con los pistoleros de ETA y, tras un intenso tiroteo, murieron Baena y los etarras Ceferino Sarasola Arregui y Joaquín Pérez de Viñaspre, mientras que varios transeúntes fueron heridos y tuvieron que ser trasladados a centros hospitalarios.
El 24 de febrero de 1978, Manuel Lemus Noya (Puen de Puerto, A Coruña, 1931), policía municipal de 46 años, fue asesinado cuando esperaba el autobús en la parada del camino de Regales, Santurtzi. Los etarras le dispararon desde un coche causándole dos heridas mortales de bala: una en la tráquea y otra que entró por la parte izquierda del pecho y salió por la espalda. Pese a que un barrendero pudo asistirlo y trasladarlo a la clínica de San Juan de Dios tras el ataque, finalmente, Manuel falleció a causa de sus heridas el 6 de abril.
El etarra José Antonio Balgañón, que había investigado y controlado los hábitos diarios de Lemus, fue condenado como cómplice de asesinato a 12 años y 1 día de reclusión menor, así como a indemnizar a los herederos de la víctima.
Joaquín Ramos (Sevilla, 1952), policía nacional de 26 años y casado, fue asesinado el 5 de marzo de 1978 cuando el Comando Araba ametralló el Jeep de la Policía Armada en el que viajaba junto a un cabo y otros cuatro agentes. Falleció dos horas después de ser ingresado en el Hospital de Santiago, mientras los médicos le operaban de sus heridas de bala en el tórax, las extremidades y la cabeza.
Los terroristas mataron a tres policías e hirieron a los otros dos. El cabo, que iba de copiloto, resultó ileso y pidió ayuda desde una cabina de teléfono; Miguel Raya Aguilar, el chófer, consiguió salir malherido del coche, pero falleció junto a la rueda delantera. José Vicente del Val del Río murió 27 días después. Armando Doval González, de 21 años, y Santiago del Canto de los Reyes, de 24, sobrevivieron. Los terroristas se fugaron.
Véase también Miguel Raya Aguilar y José Vicente del Val del Río.
Miguel Raya Aguilar (Huelma, Jaén, 1952) tenía 26 años cuando fue asesinado por el comando Araba de ETA en Vitoria el 5 de marzo de 1978 con dos de sus compañeros: Joaquín Ramos Gómez y José Vicente del Val del Río.
Relato completo del atentado en Joaquín Ramos Gómez.
Véase también José Vicente del Val del Río.
José Vicente del Val del Río (Burgos, 1957), soltero y de 21 años, murió a manos del Comando Araba cuando el vehículo en el que viajaba fue ametrallado en Vitoria el 5 de marzo de 1978. Del Val fue trasladado en estado de máxima gravedad al Hospital de Santiago con heridas en el hemitórax, el hepigastrio, la pared torácica derecha y el bazo, y falleció el 30 de marzo. En el atentado también murieron sus compañeros Joaquín Ramos Gómez y Miguel Raya Aguilar.
Relato completo del atentado en Joaquín Ramos Gómez.
Véase también Miguel Raya Aguilar.
El sargento primero jubilado de la Guardia Civil José María Acedo Panizo (Carmarzana de Tera, Zamora, 1924), de 54 años, trabajaba como jefe de porteros en la empresa Aplicaciones Técnicas del Caucho en la localidad guipuzcoana de Aduna. Acedo, que durante su servicio en el cuerpo de la Benemérita había mandado el puesto de la Guardia Civil de Andoain, municipio cercano a Aduna, y anteriormente había servido en el cuartel de Ordizia, fue asesinado el 10 de marzo de 1978. Un miembro de la célula militar de ETA denominada Gamboa irrumpió en su trabajo y le disparó varias veces a bocajarro. Acedo intentó huir, pero cayó al suelo malherido. El terrorista lo remató de un disparo en la cabeza. Acedo ya había fallecido cuando ingresó en la residencia Nuestra Señora de Aránzazu, en San Sebastián.
La banda terrorista justificó el atentado esgrimiendo que la víctima había intervenido en la operación en la que, 10 años antes, había muerto el miembro de la banda Txabi Etxebarrieta.
Esteban Beldarrain Madariaga, de 52 años, cobrador en la cabina de peaje ubicada en El Gallo (Galdakao) en la autopista Bilbao-Behobia, había sido teniente de alcalde de la localidad de Castillo-Elejabeitia. Un año y medio antes de su asesinato, la prensa publicó que había disparado con una escopeta de caza a una ikurriña colocada en la plaza de Galdakao, acto por el que recibió amenazas de ETA. La noche del 16 de marzo de 1978, Ernesto Alberdi Jáuregui y otros tres miembros que formaban parte de un grupo terrorista denominado Askatu, perteneciente a ETA, robaron un taxi en Bilbao y fueron al peaje en el que trabajaba Esteban Beldarrain, ametrallándole e hiriéndole mortalmente en la cabeza, piernas, brazos y estómago.
Alberdi Jáuregui fue condenado por complicidad en un delito de asesinato a 12 años y 1 día de reclusión menor, así como a indemnizar a los herederos de la víctima.
Andrés Guerra Pereda, de 29 años y casado, fue una de las primeras víctimas mortales de los atentados terroristas que ETA inició en 1977 contra la empresa Iberduero, promotora de la central nuclear que estaba construyendo en la localidad vizcaína de Lemoiz.
En noviembre de 1977, ETA ordenó a José Antonio Torre Altonaga, alias Medius, electricista de la empresa Elecnor en las instalaciones de la central, que facilitara el acceso a tres terroristas vestidos con buzos similares a los de la empresa Tamoin, que también trabajaba para la central de Lemoiz. Torre les introdujo en la planta, les enseñó la forma de llegar al generador y una vía de escape.
El 17 de marzo de 1978, los terroristas se colaron en el edificio y prepararon una bomba para que se explotara a las 14.55 horas. Torre, que acabó su turno a las dos de la tarde, llamó a la central unos 40 minutos después diciendo: “Soy un portavoz de ETA militar. Hay colocado un explosivo de gran potencia en uno de los generadores del edificio de contención 1”. A las 14.53 horas se produjo la explosión en la que fallecieron Andrés Guerra Pereda y Alberto Negro Viguera. Otros catorce trabajadores de la central resultaron heridos. Torre fue condenado por su participación en el atentado a 20 años de reclusión menor.
Véase también Alberto Negro Viguera.
Alberto Negro Viguera, 43 años, casado y padre de tres hijos, murió por la detonación de una bomba colocada en las instalaciones de la central nuclear de Lemoiz (Bizkaia), el 17 de marzo de 1978.
Su hija mayor, Mari Mar Negro, estaba en casa, con su madre, cuando escucharon por la radio la noticia del atentado en Lemoiz. Ambas fueron de inmediato a la clínica San Juan de Dios, donde estaban trasladando a los heridos.
Mari Mar reconoció a un compañero de su padre, que en cuanto las vio lloró dando a entender a madre e hija que Alberto era uno de los muertos. Con su asesinato, la familia se quedó sin ingresos hasta que Iberduero, promotora de la central nuclear, contrató a Mari Mar.
Entre las visitas de condolencia que la familia recibió, destaca la de un cura muy conocido en Portugalete, que se identificó como emisario de la organización terrorista y les aseguró que ETA no tenía intención de que muriera ningún trabajador en el atentado; su objetivo –les dijo– era frenar las obras de construcción de la central y asustar a quienes las financiaban.
Relato completo del atentado en Andrés Guerra Pereda.
Dos jóvenes sin identificar abrieron fuego la noche el 15 de abril contra dos policías municipales que vigilaban el parque Doctor Areilza, de Portugalete. Lolo Jato resultó herido de gravedad y su compañero4 ileso. Postrado en una silla de ruedas, fue sometido a numerosas intervenciones y falleció 25 años después, el 17 de mayo de 2003.
Fue incluido en el listado de asesinatos sin esclarecer que las asociaciones de víctimas entregaron en la Audiencia Nacional para conocer la situación procesal de su causa. En el informe de su Oficina de Atención a Víctimas consta como resolución judicial el archivo provisional de la causa.
Casado, murió a los 65 años.
Manuel López González (Cáceres, 1955), de 23 años y con planes de boda a la vista, fue asesinado el 8 de mayo de 1978 en Pamplona.
El joven guardia civil volvía de trabajar en la estación de Renfe de la capital navarra junto a su hermano Francisco y otros dos compañeros en un coche oficial, cuando explotó un coche bomba. La onda expansiva hirió a los cuatro agentes que viajaban en el vehículo. Cinco guardias civiles fuera de servicio que se encontraban en la zona los socorrieron, trasladando a Manuel López, el herido más grave, con fragmentos de metralla en la aorta, a un centro hospitalario. Falleció poco después.
El guardia civil Miguel Íñigo Blanco (Cáceres, 1954) de 24 años y soltero, falleció de dos disparos en la cabeza el 15 de mayo de 1978 en la residencia sanitaria de Nuestra Señora de Aránzazu, San Sebastián, tras el atentado perpetrado por ETA el 9 de mayo de 1978, en el que también murió su compañero Juan Marcos González.
Relato completo del atentado en Juan Marcos González.
Juan Marcos González (Llanes, Asturias, 1958), hijo y hermano de guardias civiles, ingresó en el cuerpo en 1976. Llevaba un año destinado en San Sebastián, a la espera de ser traslado a Galicia, cuando la noche del 9 de mayo de 1978 sufrió un atentado con otros tres compañeros mientras protegían el acuartelamiento de Intxaurrondo. El Land Rover en el que viajaban fue ametrallado por dos miembros de ETA cerca del cementerio de Polloe. El conductor del vehículo, Juan Marcos González, y Miguel Íñigo Blanco resultaron gravemente heridos, y los otros dos agentes, Juan Jiménez Bermúdez y José Amado Juan, lograron saltar del coche, heridos de menor gravedad.
Antonio García del Molino e Ignacio Apilañez Olalde, integrantes del Comando Xenki, fueron condenados por este atentado a penas de 50 años de cárcel cada uno.
Véase también Miguel Íñigo Blanco.
Martín Merquelán Sarriegui, taxista de 48 años, casado y padre de cinco hijos, se encontraba en una parada de la localidad guipuzcoana de Irun la noche del 23 de mayo de 1978, cuando subió a su taxi un individuo para que lo llevara al barrio de Guruze.
Al parecer, durante el trayecto subieron al coche otros dos hombres, que le obligaron a dirigirse a un antiguo recinto militar abandonado en la carretera que une Oiartzun con el Castillo del Inglés.
Su mujer, al ver que no volvía a casa, se puso en contacto con sus compañeros, quienes le confirmaron que había salido acompañado. A las 00.30, los taxistas pusieron una denuncia en la comisaría.
Posteriormente, su taxi se encontró con las puertas abiertas abandonado en Pasaia. Hacia las 4 de la madrugada apareció muerto en la carretera hacia el Castillo del Inglés con dos balazos disparados a bocajarro, uno de ellos en la parte posterior de la cabeza. Además, tenía hematomas y cuatro dedos de la mano rotos, que indicaban que había sido golpeado.
Los taxistas guipuzcoanos suspendieron los servicios el 25 de mayo en señal de duelo, exhibiendo crespones negros.
Antonio García Caballero (Rueca, Badajoz, 1952), de 26 años, casado y padre de dos hijos, era policía municipal adscrito a la plantilla del Ayuntamiento de Tolosa. Fue asesinado el 21 de junio de 1978 por miembros del Comando Gamboa de ETA, el mismo grupo que en marzo había matado al sargento retirado José María Acedo Panizo en Aduna.
Aquel día tres individuos tirotearon a Antonio cuando se dirigía a su casa desarmado y vestido de civil. Le dispararon más de 14 tiros, y nueve le alcanzaron provocándole la muerte inmediata. Los terroristas se dieron a la fuga en un coche robado la tarde anterior, que fue localizado en Andoain.
El agente, que vivía en una casa de huéspedes de Tolosa, era conductor de la grúa municipal y durante los dos años que llevaba en Gipuzkoa había recibido amenazas de muerte en varias ocasiones. El 17 de junio de 1978 su coche ya quedó dañado como consecuencia de un atentado fallido.
José Ignacio Goicoechea Arandia, José Luis Elustondo Oyarzábal y Joaquín Zubillaga Artola, miembros del Comando Gamboa de ETA, fueron condenados a 24 años de reclusión mayor por su asesinato y a indemnizar a la viuda de la víctima.
El sargento de la Policía Armada Francisco Martín González (ávila, 1946), de 32 años, llevaba destinado en San Sebastián un mes cuando, el 27 de mayo de 1978, vigilaba una urbanización de San Sebastián con otros tres agentes. El Jeep en el que viajaban los cuatro policías estaba aparcado en la calle a la espera de efectuar un relevo de patrullas, momento en el que se acercó un taxi, del que bajó un etarra que les ametralló.
Francisco murió en el acto, mientras sus tres compañeros, José Frado Carro, Francisco Sánchez Arcos y José Gutiérrez Díaz, fueron heridos de gravedad.
Su mujer, Cristina Domínguez, que en el momento del atentado vivía en Madrid, le recuerda como “una persona buenísima a la que todo el mundo quería, era sencillo, trabajador y amante de la familia”.
Miguel Sarasqueta Zubiarrementeria, miembro del Comando Donosti fue condenado a 30 años de prisión mayor por este asesinato, y José Manuel Olaizola Eizaguirre, como cómplice, a 17 años de prisión menor. Posteriormente, se condenó a 30 años de prisión mayor a José Cruz Eizaguirre Mariscal como autor material del atentado. Además, tuvieron que indemnizar económicamente a los herederos de la víctima, así como a los heridos en el atentado.
José María Portell (Barakaldo, 1933), de 44 años, fue el primer periodista asesinado por ETA. Casado con la también periodista Carmen Torres Ripa, tenía cinco hijos y conocía muy bien el mundo y el entorno de ETA, por lo que fue elegido por el Ministerio del Interior para ser intermediario entre el Gobierno y la banda terrorista en 1977. El 28 de junio de 1978, cuando Portell entró en su coche, un terrorista se colocó a la altura de la ventanilla del conductor y otro en la parte trasera. Acto seguido le dispararon, provocándole la muerte instantánea. ETA militar reivindicó el asesinato, pese a que ETA político-militar hizo pública una declaración condenándolo.
En el momento de su muerte, Portell era redactor jefe en La Gaceta del Norte, director de La Hoja del Lunes, corresponsal de La Vanguardia, ABC y la agencia Associated Press. Había estudiado periodismo en Madrid y Barcelona y, al terminar sus estudios, comenzó a trabajar en el diario Hierro. Precisamente en una entrevista publicada en dicho diario, Portell declaraba: “La noticia que me gustaría dar es: Por fin hay paz en Euskadi”. Había escrito dos libros: Euskadi: la amnistía arrancada (Dopesa, 1977) y Los hombres de ETA (Dopesa, 1974). Miles de personas acudieron a la parroquia de San José, en Barakaldo, para despedirse del periodista asesinado y acompañar a su familia.
Domingo Merino Arévalo (Ciudad Real, 1950), de 28 años, era representante de comercio. Estaba separado y era padre de una hija de seis años. Llevaba viviendo desde los ocho años en el País Vasco cuando se trasladó con sus padres a la localidad guipuzcoana de Zestoa.
Merino fue asesinado la noche del 5 de julio de 1978 mientras aparcaba su coche en el hotel de Zarautz donde llevaba viviendo tres meses. Varios etarras le dispararon seis veces, matándolo en el acto. Algunos huéspedes del hotel salieron a la calle al oír los disparos y llegaron a ver cómo un turismo de color rojo huía a toda velocidad y se saltaba un semáforo.
En un principio se creyó que el atentado había sido realizado por miembros de la extrema derecha, porque Domingo Merino simpatizaba con la izquierda abertzale. Sin embargo, ETA no tardó en asumir la autoría del atentado, acusando a la víctima de ser confidente de la Policía.
José Javier Jáuregui Bernaola, de 38 años, soltero, era conductor de una ambulancia de la Seguridad Social en Sestao y tenía un bar en la localidad vizcaína de Lemoa, donde también era juez de paz.
Jáuregui no se consideraba de ningún partido, aunque había recibido amenazas, sobre todo telefónicas, por colocar una bandera española en su bar. El 8 de julio de 1978, la víctima se encontraba en su establecimiento, situado en la calle de la Estación, cuando dos miembros del Comando Kioto de ETA entraron y le dispararon cinco tiros a corta distancia, causándole la muerte. Los etarras se dieron a la fuga en un automóvil robado en el que les esperaba un cómplice.
José Antonio Pérez, de 59 años, nació en Ferrol (A Coruña), estaba casado y tenía tres hijos. Con 18 años ingresó voluntario en la Infantería de Marina. Fue ascendido a teniente coronel con 55 años y estaba en posesión de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. También fue condecorado con la Medalla de Campaña, la Cruz Roja del Mérito Militar y una Cruz de Guerra.
Alrededor de las 8.30, el general de brigada del Ejército de Tierra Juan Manuel Sánchez-Ramos Izquierdo y su ayudante, el teniente coronel José Antonio Pérez Rodríguez, fueron asesinados por dos terroristas a las puertas del domicilio del general, en el barrio madrileño del Parque de las Avenidas. Les acompañaba su chófer, el soldado Pedro de las Heras.
Los terroristas se colocaron uno a cada lado del vehículo y abrieron fuego sobre el general y su ayudante, atravesando las ventanillas traseras y causándoles la muerte en el acto. Los etarras, miembros del Comando Madrid, huyeron en un taxi robado en el que les esperaba una tercera persona. Un sargento de la Policía vio el atentado y les siguió con su coche, efectuando varios disparos que hirieron a uno de los terroristas y reventaron una rueda, lo que les obligó a detenerse en la M-30. Allí pararon un vehículo para seguir huyendo.
Etxabe Urrestilla, alias Zumai, logró huir a Francia y fue detenido en 1981. Fue condenado a 70 años de cárcel por el doble asesinato, aunque obtuvo la libertad en 1994, después de criticar la continuidad del terrorismo. La mujer que le acompañaba nunca fue detenida ni juzgada.
Véase también Juan Manuel Sánchez-Ramos Izquierdo.
Juan Manuel Sánchez-Ramos nació en San Fernando (Cádiz). Estaba casado, tenía tres hijos y varios nietos. Ingresó como soldado de Infantería de Marina a los 16 años y con 20 inició sus estudios en la Academia de Artillería. Ascendió a general de brigada con 58 años y era jefe de Armamento de la Artillería de la Dirección General de Apoyo al Material de la Jefatura Superior de Apoyo Logístico.
El general Sánchez-Ramos fue asesinado por miembros del Comando Madrid, junto a José Antonio Pérez Rodríguez, su ayudante, el 21 de julio de 1978.
En el momento del asesinato se encontraba en situación B, a dos años de pasar a la reserva. En los círculos militares, “era conocido como un hombre de talante liberal, muy religioso y con un gran prestigio profesional como técnico de armamento”, según recogía el diario El País en su edición del 22 de julio de 1978.
Véase también José Antonio Pérez Rodríguez.
José García Gastiain, vecino de Vitoria y jubilado de 68 años, estaba casado y tenía dos hijos, de 20 y 15 años.
La noche del 25 de agosto de 1978, salió de su casa para aparcar el coche en un taller familiar. José García se acercó de manera fortuita hasta el cuartel de la Policía Nacional, donde varios miembros de ETA dispararon contra un centinela, que logró salir ileso. Sin embargo, las balas alcanzaron a José García en la cabeza. Fue llevado al hospital e intervenido quirúrgicamente, pero no se pudo salvar su vida.
Los terroristas utilizaron para la fuga un vehículo robado. La organización terrorista negó la autoría de este asesinato. En 1980, José Luis Gómez Sampedro fue condenado por su participación en el atentado, con una pena de seis años de reclusión y una indemnización económica a los herederos del fallecido.
Alfonso Estevas-Guilmain Muñoz, de 41 años, nació en Madrid y vivía en Hondarribia desde los 18 años. Había ingresado en la Policía y estaba destinado como inspector en la comisaría de Irun, donde era responsable del Servicio de Información. Estevas-Guilmain y su mujer tenían un hostal y eran una familia muy conocida en la localidad.
Miembros de ETA político-militar dispararon contra él cuando estaba aparcando su coche cerca del domicilio familiar. Su mujer y uno de sus tres hijos fueron testigos del asesinato sin poder hacer nada para evitarlo.
ETA pretendió justificar el asesinato acusando a la víctima de estar relacionada con el atentado que había sufrido en el sur de Francia el antiguo dirigente de ETA Juan José Etxabe, dato que fue desmentido por la familia.
El cabo primero de la Guardia Civil Aurelio Salgueiro López, de 46 años, era natural de Monforte de Lemos (Lugo), estaba casado y era padre de siete hijos (el mayor tenía 19 años y el menor era un bebé de apenas un año). Pertenecía al Servicio de Información y estaba destinado en Mondragón desde hacía 20 años.
Aurelio Salgueiro fue asesinado la mañana del 28 de agosto de 1978 en una plazoleta formada por las calles Zarugalde, Toribio Aguirre e Ignacio Zuloaga. Lo atacaron dos terroristas, miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, que le dispararon varios tiros por la espalda. Algunos testigos se refugiaron en una zapatería, mientras los terroristas huían en un vehículo en el que les esperaba un tercer individuo. Aurelio estuvo más de 10 minutos tendido en la acera sin que nadie acudiera a socorrerle y murió en el traslado al centro asistencial de la localidad.
Dos meses y medio después, varios individuos tirotearon el cuartel de la Guardia Civil en Aretxabaleta. En el atentado murieron una vecina y dos terroristas, José María Iturrioz Garmendia y Roberto Aramburu Uribarren. Otro terrorista, Enrique Zurutuza Odriozola, resultó herido. Iturrioz tenía una pistola Browning 76-C-06658, la misma que se utilizó para matar a Aurelio Salgueiro.
Amancio Barreiro Gens, de 35 años, se ganaba la vida como taxista. Había nacido en Villar de Cordeiro (Pontevedra), aunque vivía en San Sebastián. Estaba casado y tenía dos hijos pequeños cuando fue asesinado por miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas en Aginaga.
La tarde del 2 de septiembre de 1978, dos miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas subieron al taxi de Amancio para que los llevara a Usurbil. En el trayecto le indicaron que tomara un camino vecinal para dirigirse a un caserío y lo mataron disparándole a bocajarro. Después huyeron en el taxi.
Al no tener noticias de su marido, la esposa de Amancio denunció su desaparición. El vehículo fue encontrado al día siguiente en Orio, y una llamada anónima comunicó que el taxista había sido asesinado y que su cuerpo estaba en Aginaga.
El autodenominado Comando Autónomo Iparraguirre se responsabilizó del atentado. Jesús María Larzabal Bastarrica fue condenado a 26 años de reclusión mayor como implicado material, y José Ángel Cincunegui Urdampilleta a seis años por trasladar y recoger a los dos autores materiales del crimen. Ambos fueron condenados a indemnizar a los herederos de la víctima.
El artificiero de la Policía Armada José Antonio Ferreiro González tenía 26 años cuando fue asesinado. Era natural de Valadouro (Lugo), estaba casado con Julia Flores y tenía dos hijos: un niño de tres años y medio, y una niña de uno. Murió a consecuencia de una explosión en una misión para la que se ofreció voluntario.
El 23 de septiembre de 1978 se recibió una llamada anónima en la comisaría de Vitoria, que informaba de que un hombre estaba maniatado cerca del puerto de Vitoria. Inmediatamente acudieron al lugar fuerzas de la Policía Armada y del Cuerpo General de la Policía. Al llegar, Ferreiro vio una cadena con un candado y otros objetos, que parecían indicar que la víctima había escapado. Cuando se agachó, un artefacto explotó causándole la muerte en el acto. Cuatro agentes más fueron alcanzados en el atentado: Javier Arranz Freire y Amancio Gutiérrez Álvarez perdieron la visión en un ojo; Valeriano Arroyo Bernal y el capitán Luis Más Pérez sufrieron heridas de diversa consideración.
En declaraciones a El Correo del 12 de febrero de 2007, su esposa explicaba: “A mí, lo de artificiero me parecía muy peligroso, pero en aquella época había más disparos que bombas y él me decía que sí, que peligroso era, pero que si te preparabas bien no tenía por qué ocurrirte nada”. El 26 de septiembre de 1978, ETA asumió la autoría del atentado en un comunicado que hizo llegar a diversos medios de comunicación del País Vasco.
Lorenzo Soto Soto, de 24 años, había nacido en Lorca (Murcia) y estaba soltero. Ingresó en la Guardia Civil en 1974 y su primer destino fue Manresa (Barcelona), más tarde Azpeitia (Gipuzkoa) y después San Sebastián. Tanto él como su compañero José Zafra Régil estaban destinados en el economato de la comandancia de San Sebastián y entre sus funciones estaba el suministro de alimentos.
El 25 de septiembre de 1978, Lorenzo y José fueron al mercado con un vehículo en el que cargaron frutas y verduras. De vuelta al cuartel, tres terroristas con el rostro cubierto les dispararon en el interior del coche. Un cuarto terrorista les esperaba en un vehículo robado, que posteriormente tuvieron que abandonar por un fallo mecánico. En la huida se vieron obligados a detener un taxi y exigieron al conductor que les trasladara hasta el barrio de Bidebieta, donde bajó uno de ellos, y posteriormente hasta la zona de Herrera, donde se quedaron los otros tres. El cuerpo de José Zafra presentaba 21 orificios de bala; el de Lorenzo Soto, 17.
José Miguel Arzurmendi Albizu y Miguel Sarasqueta Zubiarrementeria fueron detenidos por este atentado. Arzurmendi fue condenado a 30 años de prisión mayor y a pagar una indemnización económica a los herederos de las víctimas. Sarasqueta fue condenado a siete años de prisión mayor por un delito de conspiración de terrorismo, ya que intervino en la preparación del atentado.
Véase también José Zafra Régil.
José Zafra Régil, de 30 años, natural de Puigcerdà (Girona), falleció acribillado por varios etarras el 25 de septiembre de 1978 en San Sebastián. José estaba casado con una alavesa y era padre de un niño de cuatro años. Ingresó en la Guardia Civil en mayo de 1968 y estaba adscrito al servicio del economato de la Comandancia de San Sebastián.
Véase el relato completo del atentado en Lorenzo Soto Soto.
Ramiro Quintero Ávila tenía 57 años, había nacido en Tacoronte (Tenerife) y era vecino de Lizartza. Estaba casado, tenía cuatro hijos y había ingresado como guarda forestal del Estado en 1947.
Varios miembros del Comando Uzturre de ETA vigilaron sus movimientos durante el mes de septiembre de 1978, lo que les permitió conocer el bar que frecuentaba habitualmente. Con la información obtenida, decidieron atentar el 2 de octubre. Los terroristas robaron un coche y se dirigieron al bar, donde lo mataron disparándole a la salida.
Al conocerse el atentado, la Guardia Civil puso en marcha diversos controles por las carreteras de Gipuzkoa. En el control de Astigarraga, los agentes presenciaron cómo un coche se detenía y sus dos ocupantes se daban a la fuga por el monte. Los agentes les dispararon, pero no llegaron a alcanzar a ninguno de los dos fugitivos.
El 15 de octubre de 1981, José Manuel Arzallus Eguiguren fue condenado como autor del atentado a 23 años de prisión mayor, así como a indemnizar a los herederos de Ramiro Quintero. El 13 de noviembre de 2008, el Ayuntamiento de Lizartza homenajeó al guarda forestal asesinado. Este fue el primer homenaje a una víctima del terrorismo en la historia del municipio.
El capitán de corbeta Francisco de Asís Liesa Morote, barcelonés de 56 años, era el segundo jefe de la Comandancia de Marina de Bilbao. Era ingeniero industrial y se había iniciado profesionalmente como marino mercante, para pasar después por oposición a la Armada. Estaba casado y tenía un hijo de 25 años. Fue asesinado en su propia casa, en la calle Amadeo Deprit, el 3 de octubre de 1978.
Hacia las 20.30, un desconocido se acercó al portero del inmueble para que le abriera. Una vez dentro, le preguntó si Francisco Liesa estaba en casa y, tras confirmarlo, sacó un arma y lo encañonó con ella. Otros tres miembros de ETA, que cubrían la mitad de sus caras con pañuelos, entraron entonces en el portal. Los terroristas obligaron al portero a que les condujera hasta el domicilio del militar, en cuyo interior se encontraban también su esposa y tres alumnos de náutica a quienes estaba dando clase.
La propia víctima fue quien abrió la puerta a los agresores, que obligaron a entrar al portero. Al verlos, la mujer gritó “¡asesinos!”, “¡asesinos!”, mientras uno de ellos se encerraba con Francisco Liesa en una habitación. Tras cinco minutos, en los que al parecer mantuvo una conversación con él, el terrorista abrió la puerta y dijo: “Ya hemos terminado”. Sin mediar palabra, efectuó un único disparo a bocajarro en la sien del capitán de corbeta, que murió al instante.
Anselmo Durán Vidal, de 40 años, estaba casado y tenía seis hijos, de entre tres y 19 años. Nacido en Torrejoncillo (Cáceres), trabajaba en el cuartel de la Guardia Civil de Elgoibar, donde se encargaba de la intervención de armas desde 1973.
El 9 de octubre de 1978, por la tarde, el cabo primero Durán salió del cuartel para dirigirse al centro de la localidad. Caminó por un puente sobre la línea de ferrocarril Bilbao-San Sebastián y, al bajar las escaleras, a unos 100 metros del cuartel, fue ametrallado por cuatro terroristas desde un vehículo robado, en el que se dieron a la fuga.
Su hijo de 13 años fue uno de los primeros en acercarse al lugar de los hechos. Con ocho impactos de bala en el cuerpo, su padre aún pudo ser trasladado con vida hasta el ambulatorio de Elgoibar en un Land Rover de la Guardia Civil, pero falleció durante su posterior traslado al Hospital Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián.
Los Comandos Autónomos Anticapitalistas, a través de una llamada telefónica al diario Egin, asumieron la autoría del atentado. También comunicaron que el propietario del vehículo estaba atado en un barrio de Eibar y que el coche había sido abandonado en Markina, donde unas horas después ETA asesinó al guardia civil Ángel Pacheco Pata.
El guardia civil Ángel Pacheco Pata tenía 20 años y llevaba solo dos meses destinado en Bilbao. Tenía 20 años, estaba soltero y era natural de Ciudad Rodrigo (Salamanca), aunque había vivido desde muy pequeño en la también población salmantina de Fregeneda, de donde eran sus padres.
Tras el asesinato en Elgoibar del cabo primero Anselmo Durán Vidal, la Guardia Civil estableció controles de carretera en las zonas próximas al lugar del atentado. Uno de esos controles se situó en el Alto de San Miguel, en una carretera secundaria que conducía a Elgoibar. Un coche llegó hasta allí con las luces apagadas y, al encontrarse con los agentes, disparó contra ellos y emprendió la fuga. Las balas alcanzaron a Ángel Pacheco, que murió prácticamente en el acto.
Los terroristas eran miembros del comando Araba de ETA, que se habían desplazado a Bizkaia y se toparon accidentalmente con el control. Tras el tiroteo, un agente salió a perseguir a los agresores y encontró el vehículo abandonado, lo que hizo sospechar que habían huido por el monte. Aunque se rastreó minuciosamente la zona, no se localizó a los etarras.
Al día siguiente del atentado, tuvo lugar una manifestación en Eibar bajo el lema “No al terrorismo, sí a la Constitución”. Los manifestantes recorrieron las calles de la localidad colocando carteles de denuncia de los últimos asesinatos y repartiendo octavillas. A raíz de los atentados de Elgoibar y Markina, se convocó para el 28 de octubre otra manifestación contra el terrorismo en Bilbao, bajo el lema “Por una Euskadi libre y en paz”. Fue uno de los primeros actos de protesta multitudinarios de rechazo al terrorismo que se celebraron en el País Vasco.
El policía nacional José Benito Díaz García tenía 27 años y había nacido en la localidad tinerfeña de Porís de Abona. Estaba recién casado y era padre de un niño de corta edad. El 13 de octubre de 1978, él y otros dos agentes, Ramón Muiño Fernández y Elías García González, salieron en un Jeep de la Policía para relevar a sus compañeros que custodiaban a un recluso de la prisión de Basauri ingresado en el sanatorio de Santa Marina, en Bilbao.
El atentado tuvo lugar en la carretera de acceso al sanatorio. Los terroristas estaban ocultos a ambos lados de la calzada y dispararon desde tres puntos distintos. El conductor del coche, Ramón Muiño, y Elías García fallecieron al instante. José Benito Díaz, situado en la parte trasera, resultó herido de extrema gravedad y, tras ser trasladado al hospital civil de Bilbao, fue intervinieron quirúrgicamente durante cinco horas. A pesar de los esfuerzos por salvarle la vida, murió el 25 de octubre.
Un joven que pasó por el lugar del atentado pocos instantes después vio a un grupo de seis u ocho personas armadas y el vehículo policial acribillado a balazos. Uno de los terroristas disparó a las ruedas del coche del testigo para evitar que pudiera alertar inmediatamente de lo sucedido. Los terroristas huyeron en dirección a la carretera de Santo Domingo, por lo que en apenas 10 minutos pudieron llegar al centro de Bilbao. Al día siguiente, ETA asumió la autoría del atentado.
Véase también Elías García González y Ramón Muiño Fernández.
El policía Elías García González, de 21 años, era natural de Fuenterroble de Salvatierra (Salamanca). Estaba casado y tenía una hija de dos meses. Destinado en la quinta compañía de la Policía Armada, con base en Bizkaia, falleció el 13 de octubre de 1978 en Bilbao, cuando varios etarras emboscados acribillaron el Jeep en el que viajaba. En el mismo atentado fallecieron los policías José Benito Díaz García y Ramón Muiño Fernández.
Véase el relato completo del atentado en José Benito Díaz García.
Véase también Ramón Muiño Fernández.
Ramón Muiño Fernández, de 30 años, era natural de Valella (Lugo) y estaba soltero. Pertenecía a la tercera compañía de la Policía Armada, con sede en Bizkaia, y vivía en el barrio bilbaíno de Santutxu. Falleció en el mismo atentado que sus compañeros José Benito Díaz García y Elías García González, cuando varios etarras tirotearon el vehículo en el que viajaba, el 13 de octubre de 1978, en Bilbao. En el mismo atentado murieron los policías José Benito Díaz García y Elías García González.
Véase el relato completo del atentado en José Benito Díaz García.
El agente Alberto Villena Castillo, granadino de 27 años, fue asesinado cuando recorría los muelles de Lekeitio, muy cerca del puesto de los especialistas fiscales de la Guardia Civil, donde estaba destinado desde hacía tres años. Su misión era vigilar la costa para evitar la entrada de contrabando a través del puerto. Estaba casado y tenía una hija pequeña.
El 14 de octubre de 1978, hacia las 21.30 horas, Alberto fue tiroteado desde el interior de un vehículo ocupado por cuatro personas. Cinco de los disparos alcanzaron su cuerpo, uno de ellos cerca del corazón. Fue trasladado al cuartel de la Guardia Civil y de ahí al ambulatorio de la Seguridad Social, donde ingresó cadáver.
Los autores del atentado utilizaron un automóvil Simca 1200, con el que huyeron en dirección a Gernika. Allí abandonaron el turismo para proseguir la fuga en un Seat 127 con matrícula de San Sebastián.
Los domingos por la tarde, cuando había partido de fútbol, dos parejas de la Guardia Civil se desplazaban desde el cuartel de Las Arenas al campo de Gobelas, en Getxo, para cubrir la seguridad del encuentro. El 22 de octubre de 1978, hacia las 18.15, el sargento Luciano Mata Corral y los agentes Luis Carlos Gancedo Ron, Andrés Silverio Martín y Carlos Troncoso Currito, que habían acudido al campo de fútbol, regresaban caminando al cuartel. Iban divididos en parejas, una por cada acera de la calle, cuando cuatro individuos escondidos detrás de una tapia les dispararon con metralletas y escopetas de caza. Luciano Mata y Luis Gancedo, que caminaban por la acera más cercana a la tapia, murieron en el acto. Los otros dos guardias civiles, que transitaban por la acera opuesta, también fueron tiroteados, sin tener tiempo para reaccionar. Carlos Troncoso salvó la vida, pero Andrés Silverio falleció tres días después.
Tras el atentado, los cuatro terroristas corrieron hasta el lugar donde los esperaban otros dos individuos. Los seis huyeron en dos vehículos robados, que fueron encontrados horas más tarde a pocos kilómetros de allí. Al día siguiente, ETA militar asumió la autoría del crimen. Luis Gancedo era natural de Buyando-Tineo (Asturias), tenía 28 años, estaba casado y era padre de dos hijos
Véase también Luciano Mata Corral y Andrés Silverio Martín.
El sargento de la Guardia Civil Luciano Mata Corral era natural de Puebla de Valdivia (Palencia), tenía 58 años y tan solo le quedaban cuatro días para la jubilación reglamentaria cuando fue asesinado por ETA. Estaba casado y era padre de dos hijos. Falleció en el atentado de Getxo perpetrado el 22 de octubre de 1978, al ser alcanzado por varias ráfagas de metralleta, que le causaron la muerte al instante. En este atentado murieron también los guardias civiles Luis Carlos Gancedo Ron y Andrés Silverio Martín.
Relato completo del atentado en Luis Carlos Gancedo Ron.
Véase también Andrés Silverio Martín.
El guardia civil Andrés Silverio Martín procedía de Gaucín (Málaga), tenía 25 años y estaba casado. Fue asesinado en Getxo el 22 de octubre de 1978, cuando regresaba de prestar seguridad en un partido de fútbol. Caminaba junto al sargento Luciano Mata Corral y los agentes Luis Carlos Gancedo Ron y Carlos Troncoso Currito. Todos ellos fueron ametrallados por cuatro miembros de ETA, que estaban escondidos detrás de una tapia.
Las primeras personas que acudieron al lugar de los hechos encontraron muertos a Luciano Mata y Luis Gancedo, y heridos a Andrés Silverio y Carlos Troncoso. Andrés sangraba abundantemente de la cabeza y presentaba heridas en el codo, piernas y glúteos. Carlos, de 26 años, casado y natural de Isla Cristina (Huelva), tenía impactos en el tórax, pierna derecha y codo. Ambos fueron trasladados en vehículos particulares al hospital civil de Bilbao. Carlos acabaría salvando la vida, pero Andrés entró en coma profundo y, pese a ser intervenido quirúrgicamente, falleció tres días después.
Relato completo del atentado en Luis Carlos Gancedo Ron.
Epifanio Benito Vidal Vázquez era chapista en un garaje de Durango y estaba afiliado a la UGT. Había nacido en la localidad zamorana de Villardondiego, tenía 27 años y estaba casado con Rosa María Vadillo Uranga, de 23, con quien tenía un hijo, Iván, de apenas un año. Residía en Durango, donde también vivían sus padres y una hermana.
El 25 de octubre de 1978, como de costumbre, Epifanio salió del trabajo con otros cuatro compañeros para ir a sus respectivas casas a comer. Los cinco empleados caminaron unos 100 metros y atravesaron un descampado, cuando un hombre que simulaba revisar un automóvil y que iba acompañado por otras dos personas se acercó a Epifanio y comenzó a hablar con él. Este individuo y sus acompañantes le dispararon hasta siete veces. Tres tiros le alcanzaron la cabeza y le provocaron la muerte en el acto. Los terroristas huyeron en el mismo vehículo que habían utilizado como señuelo.
Al día siguiente, ETA militar asumió la autoría del atentado y acusó a la víctima de estar relacionada con la Policía. Tras su funeral, un grupo de personas se manifestó en silencio por las calles de Durango detrás de una ikurriña bajo el lema “No más asesinatos”.
Ignacio Olaiz Michelena, miembro destacado de la gestora pro-amnistía de Andoain, tenía 42 años, estaba casado y era padre de tres hijos. Había trabajado como conductor de autobuses, pero al quedarse en paro montó un puesto de verduras en un mercado de San Sebastián.
ETA había intentado matarlo sin éxito en dos ocasiones, por considerarlo un infiltrado. El 29 de octubre de 1978, Ignacio Olaiz pasó la tarde con unos amigos en San Sebastián y después volvió a su casa, en Andoain. Cuando estaba aparcando el coche, dos terroristas armados con pistolas le obligaron a dirigirse hacia la localidad de Urnieta, donde lo asesinaron en las inmediaciones de unas canteras. El guarda de un almacén próximo escuchó los disparos y avisó a la Guardia Civil, pero la intensa niebla impidió efectuar la búsqueda en ese momento. A las cinco de la madrugada, la Guardia Civil encontró el cuerpo de Ignacio Olaiz en el interior de su coche, con impactos de bala en la cabeza y el costado. Los asesinos habían depositado varios billetes de 1.000 pesetas en una de sus manos.
José Luis Martín Elustondo, miembro del Comando Gamboa, fue condenado a 27 años, ocho meses y un día de reclusión mayor por participar en el atentado. Joaquín Zubillaga Artola y José Ignacio Goicoechea Arandia fueron condenados a una pena de seis años de prisión menor. Las sentencias incluían el pago de una indemnización, en primera instancia, por parte de José Luis Martín, y de forma subsidiaria por Joaquín Zubillaga y José Ignacio Goicoechea.
José Legasa Ubiría, irunés de 49 años, era contratista de obras y propietario de un garaje, estaba casado y tenía cuatro hijos. ETA militar asumió su asesinato y lo justificó por la denuncia que el empresario había realizado dos años antes en Francia.
En mayo de 1976, Legasa denunció un intento de extorsión de ETA, que pretendía obligarle a entregar una determinada cantidad de dinero. Gracias a esa denuncia, fue detenido el etarra Francisco Javier Aya Zulaica, Trepa, que fue condenado a tres años de cárcel. ETA no se lo perdonó y, en 1978, varios miembros de un comando integrado por ciudadanos franceses, encabezados por Henri Parot, cruzaron la frontera en dirección a España. Durante varios días buscaron a su víctima, para lo cual contaban con los datos de su vehículo y una fotografía que les había proporcionado su jefe, Txomin Iturbe.
El 2 de noviembre de 1978, encontraron a Legasa cuando bajaba de su coche junto a una obra, acompañado de su hermano Miguel. Los miembros del comando Argala se acercaron y dispararon contra el constructor, que recibió cinco impactos de bala, uno de ellos en la cabeza. Tras caer al suelo, la víctima fue rematada con un disparo a quemarropa. También fue alcanzado en una pierna su hermano, que tuvo que ser trasladado a un centro sanitario.
Henri Parot fue condenado por este asesinato en 1993 a una pena de 29 años de reclusión mayor y a otra de tres años de prisión menor. La sentencia también le condenaba a indemnizar a los herederos de José Legasa y a su hermano.
Rafael Recaola Landa era albañil y tenía 30 años. El 2 de noviembre de 1978 volvía en moto a su casa, en la localidad de Lezo, tras finalizar su jornada laboral. Amparados en la oscuridad de la noche, varios miembros de un comando de ETA aguardaron el momento oportuno para abrir fuego sobre él. Cinco impactos de bala, tres en el costado y dos en la cabeza, le causaron la muerte. Dos días más tarde, ETA militar asumió la autoría del atentado, acusando a Rafael Recaola de tener vinculación con los cuerpos policiales.
Juan Cruz Hurtado Fernández, de 25 años y natural de Areatza, y su novia Manuela, sevillana de 21, solían frecuentar el bar Azul de Gernika, donde ambos vivían. Allí se encontraban el 2 de noviembre de 1978. Juan estaba sentado delante de la barra cuando varios terroristas con la cara tapada se le acercaron y le dispararon hasta en cuatro ocasiones, matándolo en el acto. Manuela también fue alcanzada por uno de los disparos, que le provocó heridas por las que tuvo que ser atendida en un centro sanitario.
Los asesinos llevaban varias semanas vigilando los movimientos de su víctima, a quien acusaban de ser de extrema derecha y de colaborar con la Policía. El día del crimen, a las 21.20, entraron en un garaje y robaron un vehículo a mano armada. Después esperaron a que Juan y Manuela llegaran al bar para atentar contra ellos.
Dos días después, ETA militar se hizo responsable de este asesinato y del de Rafael Recaola Landa, albañil acribillado el mismo día. El 4 de diciembre de 1982, la Audiencia Nacional condenó a José María Sagarduy Moja, José Antonio Echevarri Ayesta, Juan Carlos Gorrindo Echeandía y Enrique Aguirre Echeita como autores del atentado. La sentencia imponía a cada uno de ellos una pena de 23 años, cuatro meses y un día, además de una indemnizar a los herederos de Juan por su asesinato y otra a Manuela por las heridas sufridas en el atentado.
El guardia civil Mariano Criado Ramajo, de 24 años, era natural de Cáceres, ciudad donde su mujer estaba hospitalizada a punto de dar a luz el día que lo mataron.
El 5 de noviembre de 1978, por la tarde, él y otros tres agentes salían del estadio de Berazubi, en Tolosa, después de haber prestado seguridad durante un partido de fútbol. Varios terroristas escondidos detrás de una tapia los ametrallaron cuando todavía había muchos espectadores dentro del recinto. Mariano Criado fue alcanzado por un disparo, que le atravesó el cuello y le provocó la muerte en el acto. Sus compañeros pudieron esconderse detrás del autobús del equipo visitante y responder a los disparos. En el suelo quedaron heridos uno de los agentes, Antonio Pinel Romero, y el niño Jesús Orbegozo Beristain, de 13 años, que fueron trasladados a la clínica San Cosme y San Damián. Los etarras huyeron en un automóvil robado.
José Luis Martín Elustondo, José Ignacio Goicoechea Arandia y Joaquín Zubillaga Artola, miembros del comando Gamboa de ETA, fueron condenados a 27 años de reclusión mayor por el asesinato de Mariano Criado y a dos penas de 12 años de prisión menor por el intento de asesinato a Antonio Pinel y Jesús Orbegozo. La sentencia obligaba a indemnizar a los herederos del guardia civil asesinado, así como a su compañero herido y al representante legal de Jesús Orbegozo.
Luis Candendo Pérez era militante de Unión de Centro Democrático (UCD). Orensano de nacimiento, llevaba más de media vida en Gipuzkoa. Tenía 43 años, estaba casado y era padre de tres hijos. Trabajaba en la empresa Altos Hornos y su horario laboral terminaba poco antes de las siete de la tarde. Cuando salía de la fábrica, acostumbraba a ir a su casa, en Antzuola, para recoger la merienda y marchar a la sociedad donde pasaba el resto de la tarde con un grupo de amigos.
El 9 de noviembre de 1978, Luis paró el coche frente a la puerta de su casa, tocó la bocina y, como de costumbre, su esposa, María Luisa Zabala, salió para darle el bocadillo. Entonces un encapuchado se acercó y le disparó a través de la luna delantera del vehículo. Luis intentó salir del coche para ponerse a salvo, pero un segundo terrorista disparó a través de la ventanilla del conductor y lo mató. Los agresores huyeron en un vehículo que fue localizado poco después en Bergara, a unos 3 km del lugar de los hechos.
ETA militar se atribuyó la autoría de este asesinato. Un día después del atentado, miles de personas se manifestaron contra del terrorismo en toda España.
El guardia civil Leucio Revilla Alonso, natural de Benavente (Zamora), estaba soltero y tenía 25 años cuando murió en un atentado de ETA.
La mañana del 11 de noviembre de 1978, una patrulla de la Segunda Comandancia Móvil de la Guardia Civil, con base en Logroño, viajaba en dos Land Rover tras haber prestado servicio en la carretera que une Beasain con Zumarraga. En el término de Ezkio, miembros del comando Urola de ETA habían colocado una bomba escondida en un terraplén, que se activaba a distancia.
Al pasar el segundo vehículos, los terroristas hicieron estallar el artefacto, que alcanzó a tres agentes. Dos de ellos, el cabo José Rodríguez de Lama y el guardia civil Leucio Revilla Alonso, salieron expulsados del coche y murieron. El guardia civil Francisco Córdoba Ramos resultó gravemente herido. La intención de los terroristas era alcanzar a los dos automóviles, pero justamente antes el primer Land Rover adelantó a un camión, por lo que se había distanciado del segundo.
María Mercedes Galdós Arsuaga fue condenada a 27 años de reclusión mayor por cada uno de los asesinatos consumados y a cuatro penas de 17 años de prisión menor por los frustrados. Félix Ramón Gil Ostoaga fue condenado a una pena de 29 años y a otra de 27 de reclusión mayor. Ambas sentencias obligaban al pago conjunto y solidario de una indemnización a los herederos de José Rodríguez y Leucio Revilla. Se incluía también una indemnización para Francisco Córdoba, por las heridas sufridas.
Mercedes Galdós salió de prisión el 30 de septiembre de 2005. Gil Ostoaga, extraditado por Francia en 1994, fue puesto en libertad el 9 de octubre de 2002. Pocas semanas después, el 23 de noviembre, se suicidó con una escopeta de caza.
Véase también José Rodríguez de Lama.
El cabo primero José Rodríguez de Lama, de 31 años, natural de León, estaba casado con María del Carmen Villar, con quien tenía dos hijos. Su esposa, que se encontraba en León en el momento del atentado, estaba embarazada de más de ocho meses de su tercer hijo. José estaba adscrito a una compañía de la Guardia Civil de Logroño, al igual que su compañero asesinado, el guardia civil Leucio Revilla Alonso.
En el documental Trece entre mil, dirigido por Iñaki Arteta, la viuda de José Rodríguez recuerda así aquellos años: “El primer destino fue Santoña, ahí estuvimos un año. Él, la verdad, era muy inquieto. Hizo el curso de automovilismo, se hizo conductor y nos destinaron al lado de Ferrol. Y aquí, ya esperando el nuevo destino como cabo, fue cuando le mandaron para el parque móvil de Logroño. El parque móvil estaba formado por la Guardia Civil que salía destinada al País Vasco, donde iban siempre concentrados. Y, de hecho, en una de esas concentraciones fue donde le mataron”.
Carmen Villar escuchaba la radio junto a su padre cuando se enteró de que había tenido lugar un atentado en el que habían muerto dos guardias civiles. Estaba nerviosa porque no habían dado los nombres de los fallecidos. Entonces, decidió llamar por teléfono a un amigo de su marido, quien le dijo que no se preocupara, que José estaba bien. Para Carmen fue indignante enterarse por la radio de que su marido era uno de los asesinados. “Nadie, nadie me comunicó que mi marido había muerto en ese atentado”, dijo. Durante el funeral, pidió expresamente que no se pusiera ninguna medalla sobre el féretro: “Recuerdo perfectamente que siempre me decía que, si alguna vez le ocurriera algo de eso, lo único que me pedía era que no dejara que le pusieran ninguna medalla en el féretro”.
Relato completo del atentado en Leucio Revilla Alonso.
El 15 de noviembre de 1978, tres miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas que viajaban en un Renault 12 ametrallaron la casa-cuartel de la Guardia Civil en Aretxabaleta, sin llegar a causar víctimas. Los agresores fueron perseguidos hasta Mondragón, donde se vieron obligados a parar debido a la congestión del tráfico. Entonces bajaron del coche e iniciaron un tiroteo con los guardias civiles que los perseguían. Dos de los asaltantes, Roberto Aramburu Uribarren y José María Iturrioz Garmendia, murieron en el enfrentamiento, mientras que el tercero, Emilio Zurutuza Odriozola, resultó gravemente herido y fue detenido posteriormente.
En el tiroteo falleció Emilia Larrea Sáez de Adacia, vecina de Mondragón que se encontraba cerca del lugar. Tenía 54 años, estaba casada y era madre de tres hijos. Otras tres personas resultaron heridas de diversa consideración al ser alcanzadas por las balas.
El 16 de noviembre, con motivo del funeral de los dos terroristas muertos, unas 3.000 personas se manifestaron en Mondragón en protesta por la actuación de la Guardia Civil. Asimismo, 20.000 personas se concentraron en San Sebastián y otras muchas en diversas localidades guipuzcoanas por el mismo motivo. Al funeral de Emilia Larrea, celebrado también en Mondragón, asistieron más de 1.000 personas, que abarrotaron la iglesia y sus aledaños. El 20 de noviembre, el Comando Autónomo Bereterretxe se responsabilizó del ametrallamiento de la casa-cuartel de Aretxabaleta.
José Francisco Mateu Cánoves, de 58 años, magistrado del Tribunal Supremo, fue asesinado el 16 de noviembre de 1978. Cuando salía de casa para ir a trabajar, dos terroristas se abalanzaron sobre él y le dispararon a quemarropa, provocándole la muerte al instante y huyeron en dos motos robadas.
En el momento de su asesinato, Mateu era suplente de la Sala Sexta. Uno de sus hijos, Ignacio Mateu Istúriz, se encontraba en la Academia General Militar, de donde salió como oficial para ingresar en la Guardia Civil. Murió en otro atentado terrorista, perpetrado ocho años después.
El comando Argala de ETA, compuesto por varios terroristas franceses y encabezado por Henri Parot, recibió de Domingo Iturbe Abasolo la orden de asesinar a José Francisco Mateu. Los etarras hicieron un primer viaje a Madrid para comprobar los datos de los que disponían y, días después, Parot y otros tres terroristas realizaron un segundo viaje, cruzando la frontera a bordo de dos coches, en los que llevaban varias pistolas y granadas. Una vez en Madrid, robaron dos motos y esperaron al magistrado cerca de su domicilio para asesinarlo. Henri Parot fue condenado en 1991 a una pena de 29 años de reclusión mayor, así como al pago de una indemnización a los herederos de la víctima.
Mateu nació el 8 de agosto de 1920 en Burjassot (Valencia), estaba casado y tenía siete hijos. Ingresó en la carrera judicial en 1947 y trabajó en los juzgados de San Vicente de la Barquera (Cantabria), El Puente del Arzobispo (Toledo), Vera (Almería), Navahermosa (Toledo) e Illescas (Toledo). Posteriormente, ingresó en el Cuerpo de Magistrados de Trabajo y estuvo destinado en Lugo, Mieres (Asturias) y Ourense. Su siguiente puesto fue en la Audiencia Provincial de Lérida, antes de entrar a formar parte del Tribunal de Orden Público desde su constitución, en 1964.
José Benito Sánchez Sánchez, natural de Morille (Salamanca), tenía 30 años y estaba a punto de casarse. Ingresó en la Policía Nacional a los 26 años y acababa de ascender a cabo cuando fue asesinado por ETA.
El atentado tuvo lugar en el cuartel de Basauri, a poca distancia de la autopista Bilbao-Behobia. Sus instalaciones tenían residencias para los agentes, garajes y talleres, además de zonas deportivas. Antes de perpetrar el crimen, un comando de ETA había observado que los agentes solían practicar deporte en un campo situado en la parte trasera del recinto. El 20 de noviembre de 1978, minutos después de las once de la mañana, 33 policías jugaban allí al fútbol. Los terroristas se acercaron por la autopista en tres vehículos robados, se detuvieron en el arcén, abrieron fuego contra los centinelas de las dos garitas y dispararon indiscriminadamente contra los demás agentes. En el atentado murieron José Benito Sánchez y Benjamín Sancho Legido. Otros 16 policías resultaron heridos, al igual que un joven que se encontraba en el exterior del cuartel. Benjamín y siete de los heridos pertenecían a la compañía de la reserva general con base en Zaragoza. El resto formaban parte de la guarnición de Basauri.
Dos años más tarde, Juan José Gaminde Aranguren fue condenado a seis años y un día de prisión mayor por encubridor, mientras que José Manuel Legarreta-Echevarría Gamboa fue condenado a dos penas de 12 años y un día de reclusión menor como cómplice del atentado. Además, ambos debían indemnizar a los herederos de las víctimas y a los heridos.
Véase también Benjamín Sancho Legido.
El policía municipal Ángel Cruz Salcines, de 60 años, era de Santander y desde 1947 vivía con su esposa en el País Vasco. Perdió la vida en el mismo atentado en el que también murieron el comisario José María Sarrais Llasera y el subcomisario Gabriel Alonso Perejil, el 5 de diciembre de 1978 en el bar Urgull de San Sebastián.
Alrededor de las 14.30, la esposa de Ángel comenzó a preocuparse porque su marido entraba a trabajar a las 16.00 y todavía no había llegado a casa a comer. Llamó a la oficina del Ayuntamiento de Pasaia y le dijeron que Ángel había tenido un accidente y que se encontraba en el hospital. Tuvo que llamar al centro médico para enterarse de que, en realidad, su marido estaba muerto.
Ángel Cruz, José María Sarrais y Gabriel Alonso habían sido acribillados a balazos por los pistoleros de ETA que asaltaron el bar donde los tres policías se encontraban tomando un aperitivo. Ángel permanecía aún con vida cuando llegaron los servicios sanitarios, pero falleció durante su traslado al Hospital de Nuestra Señora de Aránzazu. Pocos días después de este atentado, ETA asesinó también al jefe de Ángel, Juan Jiménez Gómez.
Relato completo del atentado en José María Sarrais Llasera.
Véase también Gabriel Alonso Perejil.
El taxista Elías Elexpe Astondoa, de 56 años, casado y con dos hijas, nació en la localidad de Arantzazu, en el valle de Arratia, y era euskaldún (vascoparlante), igual que su familia. El 26 de noviembre de 1978, se encontraba en el caserío familiar, llamado Zubieta Barri, escuchando las noticias de las ocho de la tarde de Radio Nacional de España. De pronto, alguien llamó a la puerta. Cuando abrió, un desconocido le disparó dos veces. Murió prácticamente en el acto. Una de sus hijas acababa de subir a la segunda planta del caserío y escuchó el motor de un coche que se detenía. Segundos después, oyó los dos disparos que acabaron con la vida de su padre.
Elías había recibido numerosas amenazas por haber sido miembro de la Guardia de Franco, según confirmaron sus allegados y algunos compañeros de trabajo. ETA militar se hizo responsable del crimen a través de un comunicado. El vehículo utilizado por los terroristas había sido robado previamente en Gernika a punta de pistola. El propietario fue maniatado y abandonado a las afueras de esa localidad, tras haberle sido arrebatado el DNI.
Heliodoro Arriaga Ciaurri, de 60 años, nació en Viana (Navarra). Fue Guardia Civil hasta 1965 y estuvo destinado en su provincia natal, así como en Logroño y Barcelona. Se retiró con 47 años, siendo brigada, y fijó su residencia en Villabona, donde comenzó a trabajar como portero en la empresa Sacem. Dos años después se casó con Natividad Aguirre, con quien tuvo un hijo, Alberto, que tenía 10 años cuando se produjo el atentado.
Miembros del Comando Uzturre de ETA habían estado vigilando a Arriaga el mes anterior para controlar sus hábitos y costumbres y preparar su asesinato. El 27 de noviembre de 1978, como todos los días, Heliodoro salió de casa a las 7.20 y se acercó a su coche, aparcado enfrente, en el barrio de Larrea. Entonces varios individuos le dispararon a corta distancia, de modo que cinco balas impactaron en su pecho y una en el abdomen. Heliodoro cayó al suelo y quedó tendido entre dos automóviles, donde un vecino lo encontró minutos más tarde. El personal sanitario que acudió a atenderle solo pudo certificar su muerte.
El etarra José Manuel Arzallus Eguiguren fue condenado como cómplice del atentado a 12 años y un día de reclusión menor y al pago de una indemnización a los herederos de la víctima.
Alejandro Hernández Cuesta, de 43 años, nació en Jerte (Cáceres), estaba casado y tenía ocho hijos de entre los 17 meses y los 18 años. Había pertenecido a la Guardia de Franco y, desde hacía seis años, trabajaba como conserje en la Escuela de Formación Profesional del barrio de Anaka, en Irun. También era propietario de un establecimiento nocturno.
El 30 de noviembre de 1978, un hombre y una mujer entraron en el centro educativo justo en el momento en que salían los alumnos del turno de mañana. La pareja fue a las oficinas donde encontraron a dos profesores y un alumno, a quienes preguntaron por Alejandro Hernández. El alumno lo encontró y le dio el recado de que dos personas lo estaban buscando. Cuando Alejandro llegó al lugar, el desconocido sacó una pistola y le disparó siete tiros en el tórax y las piernas.
Los terroristas se dieron a la fuga en un vehículo en el que les estaba esperando otra persona. Al día siguiente, en declaraciones al Diario de Navarra, un hijo de la víctima señaló que nunca fueron conscientes de ninguna amenaza contra su padre. ETA militar se responsabilizó del asesinato llamando a distintos medios de comunicación.
El guardia civil Manuel León Ortega, de 35 años, era natural de Constantina (Sevilla). Estaba casado y tenía tres hijos cuando ETA lo mató a tiros, el 1 de diciembre de 1978. Aquel día, Manuel León y Luis Palomares, también guardia civil, acudieron a tomar un café al bar del centro deportivo Aloñamendi, en Oñati, vestidos de paisano. Ambos estaban destinados en el cuartel de esta localidad guipuzcoana.
A las 16.30 horas, tres miembros del Comando Besaide de ETA irrumpieron en el bar al grito de “¡Cuerpo a tierra!”, mientras disparaban a los dos guardias civiles. Luis saltó al otro lado del mostrador y consiguió ponerse a salvo, pero Manuel recibió tres impactos en el costado. Los etarras huyeron en un vehículo robado, en el que les esperaba un cómplice al volante. Al propietario del coche lo habían metido en el maletero. Manuel fue trasladado al centro asistencial de Mondragón, donde los médicos solo pudieron certificar su fallecimiento.
Los miembros de ETA José Ramón Bidaburu Otaduy, Félix Bengoa Unzurrunzaga y Ramón Arzamendi Medinabeitia fueron condenados a sendas penas de 26 años, ocho meses y un día de prisión mayor y al pago conjunto y solidario de una indemnización a los herederos de la víctima.
Gabriel Alonso Perejil, de 51 años, estaba casado y tenía dos hijos. Era subcomisario del Cuerpo General de Policía destinado en San Sebastián. Murió en el atentado del 5 de diciembre de 1978, en el que también fallecieron el comisario José María Sarrais Llasera y el policía municipal Ángel Cruz Salcines.
Los tres agentes habían ido a tomar un aperitivo a un céntrico bar donostiarra, tal y como acostumbraban, cuando de pronto se presentaron en él tres miembros de ETA, pistola en mano. Uno de los terroristas se quedó en la puerta, amenazando a camareros y clientes; los otros dos fueron directos hacia los policías y abrieron fuego contra ellos. Gabriel Alonso y José María Sarrais fallecieron prácticamente en el acto, mientras que Ángel Cruz murió en la ambulancia que lo trasladaba al hospital.
Relato completo del atentado en José María Sarrais Llasera.
Véase también Ángel Cruz Salcines.
El policía municipal Ángel Cruz Salcines, de 60 años, era de Santander y desde 1947 vivía con su esposa en el País Vasco. Perdió la vida en el mismo atentado en el que también murieron el comisario José María Sarrais Llasera y el subcomisario Gabriel Alonso Perejil, el 5 de diciembre de 1978 en el bar Urgull de San Sebastián.
Alrededor de las 14.30, la esposa de Ángel comenzó a preocuparse porque su marido entraba a trabajar a las 16.00 y todavía no había llegado a casa a comer. Llamó a la oficina del Ayuntamiento de Pasaia y le dijeron que Ángel había tenido un accidente y que se encontraba en el hospital. Tuvo que llamar al centro médico para enterarse de que, en realidad, su marido estaba muerto.
Ángel Cruz, José María Sarrais y Gabriel Alonso habían sido acribillados a balazos por los pistoleros de ETA que asaltaron el bar donde los tres policías se encontraban tomando un aperitivo. Ángel permanecía aún con vida cuando llegaron los servicios sanitarios, pero falleció durante su traslado al Hospital de Nuestra Señora de Aránzazu. Pocos días después de este atentado, ETA asesinó también al jefe de Ángel, Juan Jiménez Gómez.
Relato completo del atentado en José María Sarrais Llasera.
Véase también Gabriel Alonso Perejil.
Un día antes de que se celebrara el histórico referéndum sobre la Constitución de 1978, el 5 de diciembre, el comisario José María Sarrais Llasera, el subcomisario Gabriel Alonso Perejil y el policía municipal Ángel Cruz Salcines entraron como de costumbre en el bar Urgull de San Sebastián, para tomar un aperitivo antes de dirigirse a sus respectivos domicilios a comer. El local estaba situado en la calle Reyes Católicos, cerca del cuartel policial de Aldapeta y de la comisaría de la capital guipuzcoana.
Los tres policías se situaron al fondo del establecimiento, junto a la barra. A las 14.20, tres terroristas entraron en el local a cara descubierta y armados con pistolas. Mientras uno de ellos amenazaba a los camareros y a los clientes que se encontraban cerca de la puerta, ordenándoles que se tiraran al suelo, los otros dos se dirigieron hacia los agentes y les dispararon: uno murió en el acto, sin tiempo para reaccionar; otro resultó herido e intentó refugiarse en la cocina, pero le dispararon de nuevo y murió; y el tercero fue herido de gravedad y falleció mientras lo trasladaban al Hospital Nuestra Señora de Aránzazu. Los terroristas huyeron en dos vehículos, situados en la calle Prim. José María Sarrais, de 56 años, estaba casado y tenía cinco hijos. En aquel momento se encontraba al mando de la comisaría de Errenteria, creada recientemente.
Tan solo 10 días después del triple asesinato, la Policía desarticuló el Comando Donosti, al que pertenecían los autores del crimen. Miguel Sarasqueta Zubiarrementeria fue condenado a 30 años de prisión mayor; José Miguel Azurmendi Albizu, a 70 años de reclusión mayor; y Martín Apaolaza Azcargorta, a siete años de prisión mayor. Todos ellos fueron condenados también al pago conjunto y solidario de las indemnizaciones a los herederos de las víctimas.
Véase también Gabriel Alonso Perejil y Ángel Cruz Salcines.
Vicente Rubio Ereño, que en pocos días iba a cumplir 61 años, era padre de siete hijos, el más pequeño de siete años. Era militante de Falange Española y había sido amenazado de muerte por ETA. Fue suboficial del Ejército durante los años 1969 y 1970, antes de llegar a la jefatura de la Policía Municipal de Santurce. Después abandonó el cargo para dedicarse a otras actividades, aunque cuando atentaron contra él ya estaba jubilado.
El 9 de diciembre de 1978, tres días después de la aprobación en referéndum de la Constitución española, Vicente Rubio se encontraba con un amigo, Juan González Fernández, en el bar Zarza de Santurtzi. Estaban en la barra, al fondo del establecimiento, cuando entró un miembro de ETA con la cara cubierta por una capucha y empezó a disparar con una pistola. Vicente fue herido mortalmente, mientras que su amigo sufrió lesiones de carácter leve, porque al terrorista se le encasquilló el arma.
Tras cometer este asesinato, el etarra salió a la calle, donde le esperaba otra persona dentro de un Renault 12 con matrícula de Bilbao, que poco antes había sido robado a mano armada por tres individuos en la capital vizcaína. El bar Zarza había sido amenazado un mes antes con pintadas a favor de ETA y en contra del dueño del establecimiento.
Saturnino Sota, de 49 años, nacido en la localidad riojana de Aldeanueva de Ebro, era el dueño de una panadería situada en el número 33 de la calle Cuchillería de Vitoria. Allí, en su tienda, fue asesinado por ETA. Llevaba meses recibiendo amenazas por haber vendido pan durante una huelga en el sector e incluso habían lanzado un cóctel molotov contra su comercio.
Saturnino tenía el negocio en la planta baja y su vivienda en el piso superior. El 13 de diciembre, a las 19.45 horas, tres terroristas encapuchados bajaron de un Simca 1200 aparcado en la puerta del local, donde estaban Saturnino y una empleada. Los etarras le dispararon al menos cuatro veces y falleció en el acto.
ETA militar asumió la autoría del atentado y envió un comunicado a diversos medios informativos vascos donde acusaba a la víctima de ser un confidente policial.
Juan Jiménez Gómez, de 58 años y natural de Benaoján (Málaga), había sido brigada de la Guardia Civil destinado en Pasajes hasta que se retiró y se hizo cargo de la Jefatura de la Policía Municipal. Era el jefe de Ángel Cruz Salcines, el agente asesinado en San Sebastián una semana antes, el 5 de diciembre. Indignado por las acusaciones de ETA contra su subordinado, envió una carta a la prensa negando que Cruz fuera “un chivato” y reivindicando su honor.
El 13 de diciembre de 1978, dos miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas entraron en las dependencias de la Policía Municipal, en la plaza de Viteri de Pasajes, con la excusa de haber perdido el carné de identidad. Cuando el policía fue a buscar el formulario para rellenar la denuncia, los terroristas le encañonaron con una pistola y le obligaron a llevarles ante el jefe de la guardia local.
Cuando Jiménez dijo que él era el jefe de la Policía Municipal, le dispararon. Después le robaron el arma reglamentaria y la cartera y huyeron en un vehículo robado. En uno de los cajones de la mesa se encontró un recorte de prensa, manchado de sangre, en el que aparecía la carta que había enviado a El Diario Vasco en defensa de Cruz pocos días antes.
Treinta años después del atentado, el Ayuntamiento de Benaoján homenajeó a Jiménez y posteriormente se descubrió una placa en el patio del cuartel de la benemérita de la localidad.
ETA se responsabilizó del atentado a pesar de que la autoría real correspondió a los CAA (Comandos Autónomos Anticapitalistas). Se condenó a Jesús María Larzabal Bastarrika a 25 años de reclusión mayor como autor del atentado y a Luis María Damián Expósito Arza, como cómplice, a 16 años de prisión menor. La sentencia incluía también el pago de una indemnización a los herederos de la víctima.
Véase también: Ángel Cruz Salcines.
Diego Fernández-Montes Rojas, natural de la localidad de Herencia (Ciudad Real), tenía 63 años y nueve hijos. Era coronel de Infantería ya retirado pero continuaba trabajando en la Delegación del Ministerio de Cultura, donde se ocupaba del depósito oficial de prensa. Vivía en un edificio de la calle Sancho el Sabio de San Sebastián junto a otros militares. Varios vecinos de este inmueble fueron asesinados en sucesivos atentados de ETA.
El 17 de diciembre de 1978, a las tres de la madrugada, Diego se dirigía a la sede de la delegación, situada en la calle Miramar, para esperar la llegada de los periódicos, cuando dos miembros del Comando Gamboa de ETA le dispararon justo antes de entrar en el edificio. Gravemente herido, Diego intentó refugiarse en los portales. Allí fue encontrado tendido en el suelo por el portero.
Mientras los dos agresores y una tercera persona se dieron a la fuga en un automóvil, los servicios sanitarios trasladaron a Diego al hospital Nuestra Señora de Aránzazu, donde le intervinieron quirúrgicamente durante tres horas. Murió a las nueve de la mañana.
Los terroristas José Luis Martín Elustondo, José Ignacio Goicoechea Arandia y Joaquín Zubillaga Artola fueron condenados por el atentado. La sentencia incluía también la obligación de indemnizar a los herederos de la víctima.
Joaquín María Azaola Martínez, natural de Getxo y de 55 años, era delineante y exmiembro de ETA. Padre viudo de tres hijos, fue asesinado el 19 de diciembre de 1978. Aquél día, Azaola, también conocido como Yokin en los círculos etarras, se hallaba en el garaje donde se reunía con varios compañeros para ir al trabajo, cuando un trío de encapuchados le asaltaron. Uno de ellos le disparó tres veces entre pecho y vientre matándole. ETA militar reivindicó el atentado acusándole de ser confidente de la Policía.
La historia de Yokin se remonta a los años de postguerra, cuando se exilió a Francia, regresando intermitentemente al País Vasco. Durante esos cortos lapsos que pasó en Vizcaya se unió a ETA. En 1974 participó en la llamada operación Pesca, cuyo objetivo era secuestrar a don Juan de Borbón en Mónaco, trasladarlo a Niza y pedir la libertad de etarras encarcelados junto a un pingüe rescate económico. Azaola, en desacuerdo con el plan, alertó al gobierno vasco en el exilio y a la Policía española y su chivatazo propició que la operación fuera abortada.
A finales de 1977 se instaló definitivamente en su localidad natal acogiéndose a la Ley de Amnistía y publicó Los elegidos de Euskadi. Un atentado al futuro bajo el seudónimo Odei Erreka, libro en el que relataba el secuestro fallido y que sirvió de pretexto a ETA para acusarle de colaborador y asesinarle.
Pedro Garrido Caro, comerciante de 58 años, casado y con una hija de 7, fue asesinado el 23 de diciembre de 1978. Tras llegar a San Sebastián de un viaje a su Miajadas natal (Cáceres), Garrido se dirigió, al filo de las 23:00 horas, a la tienda de ultramarinos que regentaba, donde fue acribillado junto a su familia por terroristas del comando Txirrita.
Pedro recibió tres disparos en el estómago y abdomen y un tiro mortal que le seccionó la yugular. Filomena, su mujer, acusó el impacto de ocho disparos, aunque salvó la vida tras ser operada en el hospital de la Cruz Roja. María, su hija, fue herida en el muslo derecho e intervenida en la residencia Nuestra Señora de Aránzazu. Pedro Garrido fue ese enterrado en San Sebastián, aunque posteriormente sus restos mortales fueron trasladados a su localidad natal.
ETA asumió la autoría del asesinato acusando a la víctima de estar relacionada con la Policía. En febrero de 1981, la célula etarra responsable del atentado fue desarticulada y, un año más tarde, Manuel María Ostolaza Alcocer y Luis María de Marcos Olaizola fueron condenados a 29 años de reclusión mayor y al pago de una indemnización a los herederos de la víctima. También fueron condenados a una pena de 4 años, 3 meses y 1 día de prisión menor por las lesiones sufridas por la esposa y la hija de la víctima y a indemnizarlas económicamente.
José María Arrizabalaga Arcocha, bibliotecario de 27 años, natural de Ondarroa, soltero y jefe de la Juventud Tradicionalista Carlista de Vizcaya, fue asesinado por ETA el 27 de diciembre de 1978. El mismo día en el que el Rey firmaba la Constitución, dos miembros de la denominada célula Oiz entraron en la biblioteca municipal de Ondarroa, donde José María trabajaba, y le descerrajaron once disparos causándole la muerte.
Su familia ya había sufrido un atentado anterior, el 14 de diciembre de 1971, cuando la banda terrorista colocó una bomba en la perfumería de su hermano, antiguo alcalde de Ondarroa.
En julio de 1980, la Policía desarticuló el comando responsable del atentado y los etarras Juan Carlos Gorrindo Echeandia y José Antonio Echevarri Ayesta fueron condenados a 23 años, 4 meses y un día de reclusión mayor; mientras que a José María Sagarduy Moja se le impuso una pena de 14 años, 8 meses y un día de arresto menor. Los tres fueron condenados a pagar una indemnización económica conjunta a los herederos de la víctima.
Lisardo Sampil Belmonte, taxista y camionero a tiempo parcial de 49 años, era de Lanoa (Ourense) y vivía en Yurre desde hacía veintidós años. Casado y padre de dos hijos, fue asesinado por ETA el 30 de diciembre de 1978 acusado de ser “colaborador y confidente de las fuerzas de ocupación en Euskadi”.
Sampil fue ejecutado en su taxi mientras esperaba clientes en la puerta de un bar. Un terrorista encapuchado perteneciente al comando Kioto le disparó en la cabeza, el corazón y el costado.
El 2 de enero ETA militar reivindicó la muerte de Lisardo y el 5 de marzo de 1982 se condenó a Juan José Larrinaga Echeverría y Ernesto Alberdi Olano, autores del atentado, a 24 años de prisión mayor y al pago de una indemnización económica a los herederos de la víctima.
José Luis Vicente Cantón, de 52 años, era natural de Bóveda (Álava), aunque residente en Llodio desde hacía veintisiete años. Padre de cinco hijos y empleado en una inmobiliaria, se convirtió en la última víctima mortal de ETA de 1978.
Señalado por la banda a causa de su supuesta relación con las Fuerzas de Seguridad del Estado, fue asesinado con dos balas que le impactaron en el tórax cuando salía de su casa el 31 de diciembre de 1978.
Pese a que su familia pudo auxiliarle al momento y trasladarlo a Urgencias, José Luis ingresó ya cadáver en el hospital. ETA reivindicó su asesinato el 2 de enero.