Los etarras esperaron a Vicente Soria Blasco apostados en las inmediaciones de la fábrica Tornillos Ormaechea, donde trabajaba. A las 8.10 horas del 30 de marzo, cuando llegaba al trabajo, se cruzaron en su camino y le dispararon a bocajarro. Dos proyectiles le alcanzaron en el estómago y le causaron la muerte poco después. Un compañero de trabajo que fue testigo acudió a socorrerle. Cuando se acercó, Vicente le dijo: “Me han matado, me han matado”. Con la ayuda de otro compañero, Vicente fue conducido hasta el médico de la localidad y luego al hospital de San Sebastián, donde ingresó cadáver.
Los asesinos huyeron en un vehículo desde el que dejaron caer una granada de fabricación alemana que no explotó, porque llevaba el seguro puesto. Soria tenía 48 años, estaba casado y era padre de cuatro hijos de entre seis y dieciséis años. Vivía desde hacía dos décadas en Placencia de las Armas, pero era de Ceclavín (Cáceres). Para redondear su sueldo en la fábrica, los fines de semana trabajaba como portero en la discoteca Dantzari. ETA se atribuyó el atentado en un comunicado emitido el 30 de marzo en Bayona.