Miguel Garciarena Baraibar, de 63 años, había nacido en Ezcurra (Navarra). Estaba casado y tenía un hijo. Era el jefe de la Policía Municipal de San Sebastián y teniente coronel del Ejército en situación de reserva. En su carrera militar pasó de teniente de la Policía Armada en Irún (1954-1957) a capitán en San Sebastián hasta 1968. Fue ascendido a comandante y trasladado a La Coruña durante diez años. Con 61 años entró en la Policía Municipal de San Sebastián como máximo responsable y recibió numerosas amenazas de muerte.
El 27 de noviembre de 1980, Miguel salió de su domicilio y subió en el vehículo oficial donde le esperaba su chófer, José Antonio Díaz Montoya, para dirigirse hasta su despacho en la Jefatura de la Policía Municipal de San Sebastián. Durante el trayecto se detuvieron en el cruce de las calles Urdaneta con Easo. En ese momento dos individuos dispararon a Miguel en la cabeza, el cuello y el abdomen. El chófer resultó herido en el brazo, pero pudo llevar a Miguel hasta la casa de socorro donde los médicos certificaron su muerte.
Los etarras José Antonio Esnaola Lasa y Nicolás Francisco Rodríguez fueron condenados a 29 años de reclusión mayor y al pago de las indemnizaciones correspondientes a los herederos legales del Miguel Garciarena y José Antonio Díaz.