Joseba Goikoetxea Asla, de 42 años, era natural de Bilbao, estaba casado y tenía tres hijos. Comenzó su militancia en el PNV con 17 años. En los años ochenta ingresó en la Policía Autonómica vasca y fue ascendiendo hasta que en 1986 se hizo cargo de la unidad de Información. Fue juzgado y sentenciado –en 1991 a seis años de inhabilitación- por los pinchazos telefónicos que se hicieron en 1986.
Goikoetxea era un hombre clave en la lucha antiterrorista en Euskadi. Había sido amenazado varias veces por ETA y su nombre había aparecido como potencial objetivo de la organización.
El 22 de noviembre de 1993, Goikoetxea salió de su casa para acompañar en coche a su hijo, de 16 años, hasta la parada del autobús. Después, el agente iría a la sede del PNV en Bilbao, donde trabajaba desde su inhabilitación por realizar escuchas ilegales.
De camino al centro de Bilbao, Goikoetxea paró su coche en un semáforo en la calle Tívoli, donde le esperaban dos etarras que se acercaron a pie y le dispararon varias veces. Dos balas, en la cabeza y la región lumbar, le hirieron de muerte tras estar en coma y fallecer cuatro días después. Su hijo resultó ileso.
El 1 de diciembre, el diario Egin publicó un comunicado de ETA en el que la organización terrorista asumía la autoría del atentado.
Cinco días después se celebró el funeral en la basílica de Begoña, al que acudieron miles de ciudadanos e hicieron una multitudinaria manifestación en protesta contra el crimen. Goikoetxea fue enterrado en el cementerio vizcaíno de Derio.
Los etarras Lourdes Churruca, José Luis Martín Carmona, María Aránzazu Garbayo, José Antonio Embeitia Ortuondo, Andoni Ugalde Zubiri y Juan Ignacio Sánchez Melendo fueron condenados a prisión. Además, debían indemnizar económicamente a los familiares de la víctima.