José Herrero, guardia civil donostiarra de 67 años, jubilado, estaba casado y con dos hijos. Ya había salido ileso de un atentado en febrero de 1984, pero no tuvo tanta suerte el 26 de noviembre de 1985. Tras abandonar un bar de Lasarte, un etarra se le aproximó por la espalda y le disparó dos veces en la cabeza, mientras otro apuntaba con una pistola a su hijo.
Al enterarse de la noticia, su esposa sufrió una insuficiencia cardíaca y fue hospitalizada en la misma residencia sanitaria provincial donde acababa de fallecer su marido. El hijo menor de la víctima también sufrió un ataque cardíaco al conocer la muerte de su padre.
Los etarras Ignacio Orotegui Ochandorena, Miguel Turrientes Ramírez y José Antonio Carrasco Alba fueron sentenciados a 29 años de reclusión mayor. Pedro María Reizábal Zurutza fue condenado a 19 años de reclusión menor por complicidad en el atentado. Además, debían indemnizar a los herederos de José.