Ignacio Arocena tenía 43 años, era de Oiartzun, estaba casado y tenía tres hijos. Unos años antes había sido concejal del Ayuntamiento desu ciudad.
Arocena trabajaba como taxista y lo compatibilizaba con la gestión del bar Toki Alai, en el barrio de Gurutza de Oiartzun. El 16 de febrero de 1980, un etarra subió a su taxi, le dijo que su coche había tenido una avería y le pidió que lo llevara hasta la zona conocida como Castillo del Inglés. Durante el trayecto, el terrorista le obligó a desviarse por un camino vecinal donde fue asesinado sin testigos.
Los familiares del taxista estaban preocupados porque Ignacio tardaba demasiado y avisaron de madrugada a la Guardia Civil. La policía encontró el taxi a primera hora de la mañana y, dentro, el cadáver de Ignacio con dos heridas de bala en la cabeza.
ETA justificó el asesinato acusando a Arocena de ser “confidente” y “chivato” de las Fuerzas de Orden Público.
Dos miembros del Comando Arizta de ETA fueron juzgados por este crimen: José Javier Arnaiz Echevarría fue condenado a 27 años y Pedro Aira Alonso a otros 27 años de reclusión mayor. Además debían indemnizar a los herederos de Arocena.