Epifanio Benito Vidal Vázquez era chapista en un garaje de Durango y estaba afiliado a la UGT. Había nacido en la localidad zamorana de Villardondiego, tenía 27 años y estaba casado con Rosa María Vadillo Uranga, de 23, con quien tenía un hijo, Iván, de apenas un año. Residía en Durango, donde también vivían sus padres y una hermana.
El 25 de octubre de 1978, como de costumbre, Epifanio salió del trabajo con otros cuatro compañeros para ir a sus respectivas casas a comer. Los cinco empleados caminaron unos 100 metros y atravesaron un descampado, cuando un hombre que simulaba revisar un automóvil y que iba acompañado por otras dos personas se acercó a Epifanio y comenzó a hablar con él. Este individuo y sus acompañantes le dispararon hasta siete veces. Tres tiros le alcanzaron la cabeza y le provocaron la muerte en el acto. Los terroristas huyeron en el mismo vehículo que habían utilizado como señuelo.
Al día siguiente, ETA militar asumió la autoría del atentado y acusó a la víctima de estar relacionada con la Policía. Tras su funeral, un grupo de personas se manifestó en silencio por las calles de Durango detrás de una ikurriña bajo el lema “No más asesinatos”.