Gregorio Posada era el jefe del Grupo de Información de la Guardia Civil en Azpeitia. El 3 de abril de 1974 circulaba en su vehículo, un Seat 850, por la calle Juan XXIII, que estaba en obras, por lo que el coche avanzaba lentamente. Dos miembros de ETA, armados con subfusiles Marieta, se colocaron delante del vehículo y lo ametrallaron. Los proyectiles destrozaron el cristal y alcanzaron de lleno al conductor, que perdió el control del vehículo y chocó contra un local. Posada, en estado muy grave, falleció a las 20:00 horas de ese mismo día en el hospital militar de San Sebastián. Los autores se fugaron en una moto robada. Por este atentado José Antonio Garmendia Artola, alias Tupa, y Ángel Otaegui Echevarría fueron juzgados en consejo de guerra y condenados a muerte. A Garmendia le conmutaron la pena a causa de las heridas en la cabeza que sufrió en el momento de la detención. Otaegui fue uno de los cinco últimos fusilados del régimen de Franco, el 27 de septiembre de 1975.
El 31 de mayo de 1974, cuatro miembros de ETA armados con subfusiles atracaron la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles en Beasain, llevándose las nóminas de unos cien obreros, unos catorce millones de pesetas. Unas doce horas después del atraco, cometido con la complicidad de un trabajador de la compañía, la guardia civil localizó un vehículo sospechoso cuyos integrantes se refugiaron en un edificio en ruinas. Tras un tiroteo, los agentes recuperaron casi todo el dinero y arrestaron a uno de los asaltantes. Días más tarde, durante la madrugada del 2 al 3 de junio, Manuel Pérez y otros dos guardias civiles vieron a dos hombres y una mujer que transitaban por la carretera y pararon a identificarlos. Dos de ellos ofrecieron su documentación, pero el tercero Miguel Ángel Apalategui Aierbe, de diecinueve años, empleado de CAF, disparó contra Manuel Pérez. Apala, que años más tarde alcanzaría notoriedad como miembro de ETA, saltó a un río salvando un enorme desnivel y huyó en la oscuridad. Manuel Pérez, alcanzado de un disparo en el corazón, murió poco después en una clínica de Tolosa. Era natural de San Román de Retorta (Lugo), tenía veintinueve años y estaba soltero, destinado en la Comandancia de San Sebastián.
Martín Durán Grande tenía veintiún años cuando fue asesinado en Bilbao. La noche del 10 de septiembre, varios miembros de ETA que intentaban llegar a España a través del Bidasoa fueron sorprendidos por la Guardia Civil. Uno de ellos fue detenido, pero el resto consiguió volver a Francia. Gracias a la información obtenida tras ese incidente, los agentes localizaron un piso en Bilbao que podía estar siendo utilizado por ETA. La mañana del día 11, efectivos policiales entraron en la casa y detuvieron a María Dolores González Catarain, Yoyes, que doce años después sería también asesinada por ETA. Mientras se hallaban allí llegaron otros dos etarras: uno de ellos fue apresado y otro huyó seguido por Durán, que recibió dos disparos. El agente llegó hasta la calle y allí se desplomó. A causa de la gravedad de las heridas falleció el 15 de septiembre. Horas más tarde, la Guardia Civil localizó al presunto autor de los disparos, Juan José Urcelay Imaz. En el enfrentamiento el etarra resultó muerto. Otro activista de la banda y dos agentes, heridos.
Antonio Alonso Palacín nació en Alhama de Aragón. Seis días antes de ser asesinado por ETA se había casado en la vecina Calatayud. Era empleado de una fábrica de motores. Antonio murió el 13 de septiembre de 1974, cuando miembros de ETA hicieron estallar una bomba en los aseos dela cafetería Rolando, en el número 4 de la calle Correo de Madrid, ocasionando una masacre sin precedentes en la que murieron trece personas y resultaron heridas otras sesenta, once de ellos agentes de Policía. La presencia de varios miembros de ETA en Madrid para preparar el atentado contra Carrero Blanco sirvió también para que se fijaran en la cafetería Rolando, debido a la proximidad del local a la Dirección General de Seguridad. Los etarras supusieron que los clientes del establecimiento serían policías y organizaron el atentado. La explosión hizo que el techo de la cafetería cayera sobre la gente que se encontraba dentro y su onda expansiva abrió los muros hasta la segunda planta del inmueble, provocando importantes daños en los pisos superiores y en las casas colindantes. ETA no quiso reconocer la autoría de esta acción terrorista que enfrentó a dos sectores en el seno de la banda.
María Jesús Arcos Tirado, de veintiocho años, era de Contamina, provincia de Zaragoza. Una semana antes, el 7 de septiembre, se había casado con Antonio Alonso Palacín. Ambos murieron en el atentado de la cafetería de la calle Correo. María Jesús trabajaba como telefonista en Alhama de Aragón. La foto de su boda, en blanco y negro, fue publicada en los periódicos tras el asesinato.
Félix Ayuso Pinel, de 46 años, fue uno de los inspectores de Policía que resultaron gravemente heridos en el atentado de la cafetería de la calle Correo de Madrid. Sobrevivió durante dos años y medio, pero el 16 de enero de 1977 murió como consecuencia de las heridas. El mismo día en que fue enterrado en el cementerio de Fuencarral de Madrid, con la asistencia del director general de Seguridad, el gobernador civil de Madrid y el jefe superior de Policía, ETA intentaba un nuevo asesinato: Gonzalo Santos Turrientes fue tiroteado en la localidad vizcaína de Las Arenas y resultó herido de máxima gravedad. La banda acusó a la víctima de haber denunciado a la Policía varias acciones cometidas por ETA. Cinco disparos le alcanzaron antes de que la pistola se encasquillara, circunstancia que pudo salvarle la vida.
Francisca Baeza Alarcón estaba con su prima Maribel González en la cafetería Rolando de Madrid cuando estalló la bomba que acabó con su vida. Tenía 45 años, estaba soltera y era profesora de Enseñanza General Básica en Valdepeñas (Ciudad Real), donde ejercía desde hacía quince años. Francisca, hija única, vivía con sus padres, también maestros pero ya jubilados. Aquel 13 de septiembre había ido a Madrid a hacer unas compras y parado con su prima en la cafetería donde solían acudir juntas siempre que se pasaba por Madrid. Maribel resultó herida pero pudo salvar la vida. Fue ella quien identificó el cadáver de su prima. Francisca fue enterrada en Valdepeñas. Sus alumnos conformaron la comitiva.
Baldomero Barral Fernández, panadero, tenía 24 años y estaba casado con Josefina Pérez Martínez. Los dos, naturales de A Coruña, murieron el 13 de septiembre de 1974 en el atentado de la cafetería Rolando de la calle Correo de Madrid.
Gerardo García Pérez, casado y con tres hijos, fue uno de los tres empleados de la cafetería Rolando que perdieron la vida en el atentado de la calle Correo de Madrid. Su compañero Emilio Candil García, de 23 años, también camarero de la cafetería, sufrió conmoción cerebral y heridas múltiples, pero salvó la vida. “En el momento de producirse la explosión recuerdo que estaba trabajando en la barra del bar. Me disponía a cobrar a un cliente. De pronto sentí una gran avalancha de escombros sobre nosotros e intenté salir para afuera corriendo. Oí gritos de socorro y me pareció como si perdiera el conocimiento. Al despertar vi a muchos que sangraban, igual que yo, en medio de los escombros. ¡Fue terrible! Yo no oí ninguna explosión, no oí ruidos”, contó después.
Francisco Gómez Vaquero, de 31 años, fue rescatado aún con vida debajo de los escombros de la cafetería Rolando, en la calle Correo de Madrid, un hecho “milagroso” según los responsables de la Cruz Roja que intervinieron en el rescate. Desgraciadamente, Francisco, que trabajaba como cocinero de la cafetería, falleció posteriormente en el hospital Clínico al que fue trasladado. Su esposa, Blanca Condado Aguilar, tenía veinte años y dos hijos cuando quedó viuda y tuvo que ponerse a trabajar como asistenta para sacar adelante a los niños, pues hasta muchos años más tarde no recibió una pensión.
Antonio Lobo Aguado, nacido en 1919 en Villanueva del Río (Sevilla), estaba casado y tenía dos hijos. Fue una de las primeras víctimas de la matanza de la cafetería Rolando, en la calle correo de Madrid, cuyo cadáver pudo ser identificado tras ingresar en la Ciudad Sanitaria de Madrid. Fue enterrado en su localidad natal. Ferroviario de profesión, había sido trasladado a la capital de España poco tiempo antes del atentado.
El camarero de la cafetería Rolando Manuel Llanos Gancedo, de 26 años, ingresó sobre las 15.30 horas, todavía con vida, en el hospital de la Cruz Roja de Madrid. Allí le suministraron oxígeno e intentaron por todos los medios mantenerle con vida, pero murió antes de que pudiera ser operado. Manuel llevaba cinco años en Madrid cuando la bomba que ETA colocó en el local donde trabajaba, porque supuestamente era frecuentada por policías, acabó con su vida. Nació en la localidad asturiana de Villar de Vildas, pero a los seis años su familia se trasladó a Villablino (León), donde su padre encontró trabajo en la mina. Manuel tuvo que comenzar a trabajar muy pronto como aprendiz de camarero, pues eran cinco en la familia viviendo del salario del padre. Su primer trabajo fue en el casino de Villablino y cuando los arrendatarios del local se trasladaron a Madrid para abrir un nuevo negocio les acompañó. Manuel, recuerda su hermano, era feliz en Madrid. Unos años después, los dueños de la cafetería Rolando le ofrecieron empleo como uno de los encargados y aceptó.
Luis Martínez Marín murió en el atentado de la cafetería Rolando y fue enterrado en el cementerio de La Almudena de Madrid. Había nacido en Valladolid el 8 de octubre de 1896 y residía en la capital de España desde hacía años.
María Josefina Pérez Martínez tenía 21 años cuando la bomba de la cafetería Rolando de Madrid acabó con su vida. Su marido, Baldomero Barral Fernández, que se encontraba con ella, falleció en el mismo atentado.
Concepción Pérez Paino, de 65 años, era administrativa en la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol de Madrid. En los descansos, solía bajar a tomar café a la cercana cafetería Rolando. Allí se encontraba el 13 de septiembre de 1974, cuando estalló la bomba de ETA que le costó la vida. Fue una de las primeras en ser identificada y sus restos mortales fueron enterrados al día siguiente en el cementerio de La Almudena de Madrid.
María Ángeles Rey Martínez, burgalesa de 20 años, trabajaba de prácticas como administrativa en un taller de electricidad pero le había quedado una asignatura suspensa y decidió ir a Madrid para presentarse a los exámenes de septiembre. El día 13, María Ángeles y algunas compañeras entraron en la cafetería Rolando, para comer. Mientras algunas se quedaban en la barra para pedir, ella se separó unos metros para coger mesa. Y entonces la bomba estalló, acabando con su vida. Fue cuestión de unos metros, los que le separaron de sus compañeras que sufrieron apenas unos rasguños y salvaron la vida.
Jerónimo Vera García, sargento de la Guardia Civil, tenía 45 años el día que un etarra lo asesinó. Había nacido en Murcia, pero llevaba viviendo en Guipúzcoa 25 años. El 29 de octubre de 1974, como parte de una investigación con junta con la Policía sobre actividades de ETA, el sargento y un guardia primero localizaron en Trincherpe, Pasajes, a un individuo sospechoso se encontraba entre la variante de San Sebastián y la calle que desemboca en el puerto. Los dos guardias civiles lo vigilaban pero, al darse cuenta de que intentaba alejarse, le dieron el alto. El sospechoso era Ignacio Iparraguirre, que sacó una pistola y disparó contra el sargento, a quien alcanzó en el pecho. Los guardias respondieron a los disparos hiriendo de gravedad al etarra. Un conductor que pasaba trasladó en su coche al sargento Vera hasta el hospital militar de San Sebastián, donde falleció dos horas y media después. Iparraguirre falleció días más tarde.
Argimiro García, agente de la guardia Civil de 50 años, solía pasear por las calles de Mondragón con el subteniente Luis Santos, salmantino como él, y tomar un vino en algún bar de la localidad donde llevaban destinados seis y siete años respectivamente. El 17 de diciembre de 1974, los dos guardias se encaminaron por la calle del Ferial. Argimiro iba de paisano pero Santos, el comandante del puesto, llevaba el uniforme. Minutos después de las 20:30 horas, los ocupantes de un Seat matrícula BI-0945-E, robado unas horas antes a mano armada, se pusieron a la altura de los dos guardias civiles y dispararon una ráfaga de ametralladora. Los dos agentes quedaron tendidos en el suelo mientras personal y clientes del cine Gurea, situado frente al lugar, acudían a auxiliarles. Los terroristas, cuatro o cinco según los testigos, huyeron en el mismo coche, chocaron con otro vehículo y lo abandonaron a unos cuatrocientos metros. Argimiro estaba casado y tenía siete hijos de entre 14 y 26 años. Sus heridas eran de tal gravedad que falleció antes de llegar a un centro médico.
El subteniente Luis Santos Hernández, natural de la localidad salmantina de Alamedilla, resultó muerto ametrallado por varios etarras junto a su compañero Argimiro García Estévez en Mondragón. A pesar de las heridas sufridas, Santos fue hablando por el camino mientras era trasladado al centro asistencial de la localidad y, desde allí, al hospital de Cruces, donde fue sometido a una intervención quirúrgica de urgencia. A las 23:30 horas falleció. Santos estaba casado y tenía una hija de 24 años y un hijo de 25. Ingresó en la Guardia Civil en 1944 y estaba destinado en Mondragón desde 1968.