José Antonio, de 25 años, estaba regulando el tráfico en la NI con su compañero Félix de Diego, cuando un Seat 850, ocupado por los etarras Iñaki Sarasketa y Francisco Javier Etxebarrieta, Txabi, se paró junto a él. El agente vio algo sospechoso en la matrícula, solicitó la documentación y fue atrás para mirar el bastidor. Treinta años después, Sarasketa contó: Txabi me dijo: «Si lo descubre, le mato». «No hace falta», contesté yo, «lo desarmamos y nos vamos». «No, si lo descubre lo mato». Salimos del coche. El guardia civil nos daba la espalda, de cuclillas mirando el motor. Sin volverse empezó a hablar: «Esto no coincide…». Txabi sacó la pistola y le disparó. Cayó boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. […] fue un día aciago. Un error. Como otros muchos en estos veinte años. Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera”. Su compañero, Félix de Diego, fue asesinado por ETA 11 años después.
El 2 de agosto de 1968 Melitón Manzanas, jefe de la brigada político social en Guipúzcoa, entraba en su casa de Irún cuando sonó un disparo y el hombre, alcanzado por la espalda, cayó al suelo. Su mujer vio al agresor —un individuo de unos veinticuatro años, de estatura media, con bigote y largas patillas— y forcejeó con él. A pesar de ello, el pistolero logró hacer varios disparos más. El de Melitón Manzanas fue el primer asesinato premeditado de ETA. Xabier Izko de la Iglesia se encargó de organizarlo y fue condenado en el Consejo de Guerra de Burgos de 1970 como autor material del atentado, aunque siempre negó haber sido quien disparó. El policía había sido acusado por miembros de la oposición al franquismo de malos tratos y torturas a los detenidos, atestiguadas ya en democracia por muchas de sus víctimas, entre ellas destacados políticos y escritores.